En aquel colegio donde estuve interno durante siete años, en el largo pasillo del estudio al comedor había en la pared un gran cartel que desde el primer día me llamó la atención. Era el poema del británico Rudyard Kipling: Y seras hombre hijo mío. Cada vez que pasaba por delante leía una estrofa. En alguna ocasión me detuve para hacerlo separándome del grupo y atropé un mosquilón de algún superior por llevar un poco la camisa fuera. Con doce años aquel escrito me sacudió el espíritu. Desde el comienzo que dice: Y serás hombre hijo mío si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando a tu lado es cabeza perdida, hasta el final: Y serás hombre, hijo mío, si llenas el minuto inolvidable y cierto de sesenta segundos que te lleven al cielo...
En aquel colegio recién construido, todavía sin cristales en las ventanas, con una férrea disciplina, era importante agarrarse a sueños como los que inspira el poema para seguir adelante. Cada una de las estrofas apuntaba un reto para un futuro mejor: controlar el interior, tener paciencia, (muy necesaria en aquel contexto), bondad, humildad. Todo parecía escrito a propósito para sacar fuerzas cuando todo empujaba al flaqueo.
Han pasado muchos años. Creo que vendría bien que, además de todos los carteles, en muchos casos de adoctrinamiento e ideología que se exponen, el poema de Kipling apareciera también, con grandes caracteres, en todos los centros educativos. Cuando hay tanta mentira, tanto egoísmo, tanta trampa; habría que ponerlo, aunque fuera de castigo para leer unas cuantas veces. Decía don Ramón, el viejo cura del pueblo de mi niñez que hasta el hierro a fuerza de machacar y calentar, se ablanda.
Cuando tenemos hasta un presidente del Gobierno que hace de la mentira su vida, y que es capaz de vender a millones de personas a sus caprichos. Cuando hay tanta gente en puestos de mando que en lugar de servir a los ciudadanos, solo atienden sus intereses. Cuando la injusticia, la irresponsabilidad, la falsa realidad, campan a sus anchas, llegando incluso a intentar imponerlas como algo normal. Cuando la falta total de principios, de humildad; lleva a pensar que la razón está siempre de una parte. Tal vez, seguro; que viene bien, leer a Kipling una vez más.