En esta pantalla donde la vida tan gentilmente me deja expresar mis ideas, lo que me produce más satisfacción, como es lógico, son las entradas donde cuento cosas buenas y positivas, por el contrario veo que he dejado demasiados comentarios llenos de críticas y augurios negativos, que aunque son mi humilde opinión y mi "verdad" me da un poco pena el hecho de haberlos escrito, o mejor haberlos tenido que escribir, porque tengo que decir que en esos momentos necesitaba hacerlo como un ejercicio de "responsabilidad" a mi manera.
Por eso cuando me he puesto hoy a redactar algo sin saber qué, solo me he fijado una meta: hablar de cosas positivas. Miro hacia el techo y surge la pregunta: ¿Pero de qué?
Ahora que lo pienso, es un buen momento para dar las gracias a ese señor que esta mañana hice dar una brusca frenada porque no me percate bien de su presencia, aunque por la velocidad la cosa no hubiera pasado de algún pequeño bollón, lo cierto es que el buen hombre me comprendió y hasta me esbozó una sonrisa al pedirle disculpas, cuando lo que yo esperaba era un buen sermón.
He estado dando una vuelta por la feria medieval de León. Multitud de tiendas de artesanías, de artículos comestibles, con una decoración y puesta a punto adecuada para el caso. Me encanta recordar, revivir esos oficios que cuando era niño estaban vivos: fragua, orfebrería, cestería... Me acerqué a un artesano de la madera que estaba esculpiendo una pieza, le pregunté por el precio de la que más me gustaba de la exposición.
—¿Cuanto vale?
—¿A usted cuanto le parece que tendría que valer. —Me contestó.
Esto la ha de llevar su tiempo, seguro que más de una hora.
—10 euros. —Le contesté.
—Los estoy vendiendo a 8 pero si me quiere dar 10.
Me dejó un poco cortado.
—Venga ni 10 ni 8, 9 y me lo llevo.
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Mercado Medieval. Imagen COPE. |
Los dos nos despedimos con una mueca de alegre complicidad. Era un señor con cara de persona buena y trabajadora, no me engañaba, ese gesto bien merecía un euro aunque tuviera que quitarlo de otros "caprichos".
Hacía mucho que no iba, el otro día me dio por ir a pescar cangrejos. Cuando llegué vi con sorpresa que había muchos pescadores, al preguntarles me di cuenta que ocupaban todo el tramo donde yo pensaba tirar mis reteles. Como estaba cerca y no me apetecía ponerme a hacer más kilómetros, decidí volver para casa, pero en esto que ya estaba para irme se me acercó un señor:
—Mira salen bastantes piezas, puedes tirar tus reteles entre los míos que creo que habrá para los dos.
—Fenomenal, ahora mismo voy a ello. —le respondí.
El hombre ya había pescado unos cuantos y siguió en ello. Yo también saqué los suficientes y más, para un arroz, que era mi aspiración. Me llevé una gran alegría porque además de poder pescar me encantó el detalle. Más de un cangrejo que yo saqué en mis reteles hubiera salido en los suyos de no haber tenido ese gesto.
Es cierto que en la vida hay mucho, pero mucho vividor y sinvergüenza, pero tan cierto también es: que hay muchas personas que día a día con gestos, como los que he contado, aunque puedan parecer insignificantes, nos hacen la vida mucho más agradable. Por eso hoy quiero reconocerlo y darle la gran importancia que tiene. Gracias amigos.