miércoles, 27 de julio de 2022

No reparan en nada.

José Antonio Griñán y Manuel Chaves, (Pepe y Manolo para los compadres Sánchez, y el bobo solemne Zapatero), expresidentes de la Junta de Andalucía, han sido declarados culpables por el Tribunal Supremo, que ha ratificado la condena que les había puesto la Audiencia Provincial de Sevilla: 6 años de cárcel y 9 de inhabilitación respectivamente, por delitos malversación y prevaricación el primero y por prevaricación el otro. Al sujeto Sánchez, no  se le a oído decir nada de esto pero han salido otros sociolistos de primera fila a decir que los condenados son gente honrada porque además, dicen no se han enriquecido, no han trincado ni un euro. 

Pagan justos por pecadores, dice la Pilar Alegría, recientemente nombrada portavoz del PSOE y con sueldo de Ministra de Educación. Digo con sueldo porque de ministra realmente no hace nada, como no sea daño, con la nueva Ley de Educación sectaria y sus apoyos al independentismo catalán para que hagan lo que quieran con el idioma Español en la escuela. El portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López,  reciente también en el cargo, dice que acata la sentencia pero que los condenados no se han llevado un euro a casa. A la vez sin venir a cuento, ataca al PP como único partido condenado por corrupción. Tiene poca memoria el paisa este, no se acuerda de Filesa. Juan Espadas, Secretario general del PSOE-Andalucía ha dicho que defiende la honorabilidad de los condenados.

Todos argumentan  que acatan la sentencia. La acatarán si no pueden hacer otra cosa, ya sabemos que el Sanchismo es experto en corromper la justicia: igual indulta a golpistas condenados en contra de las indicaciones del TS, que pervierte los nombramientos de miembros del  Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional para que le bailen las aguas por más que que desde los ámbitos judiciales de la Unión Europea hayan tirado o cuestionado sus arbitrariedades o nombra Fiscal  General a una ministra, que por cierto ha sido hace cuatro días sustituida por otro, al que ya compañeros fiscales acusan de meter las narices donde no debiera, para que prescriba el asesinato de Miguel Ángel Banco, que mira que tiene esto bemoles. 

Imagen OK diario
Se puede pegar una paliza a un señor pero si no le robas los 20 euros que lleva en el bolsillo, no has trincado nada, no debe pasar nada, según esta gentuza. Que yo sepa los delitos de malversación y prevaricación no implican enriquecimiento personal. Así que se malversan 649 millones, el mayor desfalco de la democracia; en apaños con amiguetes, en pasarse las leyes por el forro, en gastar,  incluso en drogas, comilonas y hasta en prostitutas, el dinero de los ERES; pero aseguran que son honorables, justos y dicen que no se han llevado un euro y ya están mirando, una vez más a ver como bordean la justicia para que no se cumpla la sentencia. Con indultos o con lo que sea, estos, ya sabemos, que no reparan en nada.

Al margen: 
Preferiría que con 76 años, Griñán no entrara en la cárcel pero respetando la justicia y la verdad, lo que no suelen hacer Sánchez y sus adláteres.


miércoles, 20 de julio de 2022

¡Qué calor!


Era un día de los últimos de julio de hace cuarenta y tantos años. Yo subido en el carro colocando las gavillas de trigo que mi padre me enviaba desde el suelo. Mediodía, un calor, un fuego asfixiante bajaba del cielo.  Mi sombrero era un adorno ante tanto bochorno, mi padre nunca gastó sombrero, era una boina  de la que manaban regueros de sudor que bajaban por las arrugas de su cara. El seguía empujando trigo para arriba, yo al cabo de unos minutos me sentía aplanado, sin fuerzas para continuar. En esta ocasión  acompañaban al cereal, muchos cardos con sus picos que se clavaban en mis manos, en mis pies, en todo mi cuerpo, al abrazar la gavilla para poderla asentar. Pensaba que ya no aguantaba más, que de seguir acabaría desmayado.  Me bajaría del carro, pero cuando miraba al suelo con esa intención veía que mi padre seguía casi parsimonioso en el trabajo. Y colocaba otra gavilla y otra y otra; si mi padre aguantaba yo no le podía fallar y así hasta que cargamos el viaje. Bajé escopetado, mi padre quedó atrás conduciendo la carreta, mientras yo y el Moro, el caballo que nos servía de transporte, además de tantos otros trabajos; íbamos a galope tendido hacía el pueblo en busca de agua.

Así se cargaban aquellos carros.   Foto de "nuestropatrimonio.sariegos.es"

Estos días de tanto calor, yo no sé si como dicen las temperaturas son más altas que nunca, sí puedo asegurar que aquellos años de trabajo en el campo, los veranos eran muy calurosos, incluso pienso que tanto como ahora. Y eran días desde que amanecía hasta la noche aguantando los rayos del sol. Primero acarrear para llevar a la era y después trillar la mies dando vueltas montado en un trillo que las vacas y el Moro movían. 

A pesar de lo mal por  tantos trabajos y calores que  pasaba, pensaba que era mucho peor lo de las vacas y el caballo, tiraban de los trillos, del carro... Las moscas eran insaciables molestando, picando a los animales, los tábanos al menor descuido acudían a ellos, eso sí que yo no lo consentía,  en cuanto veía uno en su pescuezo, acudía raudo a aplastarle de una palmada contra su piel que quedaba impregnada de la sangre chupada y la vaca movía las orejas, mientras me dirigía una mirada para decirme, sin duda: gracias.  Para consuelo  de estas, yo pensaba que cuando se acabara la trilla tendrían unos días de descanso y saldrían a pastar por el campo, porque para limpiar era la aventadora movida por la mano del hombre o con suerte un motor la que hacía el trabajo.

Mientras los demás animales que había en casa vivían a sus anchas esperando que les dieran su sustento, (cerdos, ovejas, gallinas, conejos...)  las vacas y el Moro, trabajaban con nosotros, por ello era un respeto, un cariño especial, el que yo sentía por las unas y el otro. Además las vacas, solían criar un ternero cada año, lo que representaba un aporte económico muy importante en aquellas humildes economías.  Aún me acuerdo de muchos de sus nombres. La Bonita la habíamos criado en casa, era la más fuerte y la más noble. La Jardinera era grande y desgarbada pero también tenía mucha fuerza por eso mi padre la enganchaba con Bonita. La Mora, por supuesto negra, era más huidiza y desconfiada. La Linda, de pelo castaño, como La Bonita; era la más joven y también la más intranquila y revoltosa...

Cada primavera trae su flor, dice el refrán. No se trata de comparar pero cuando ahora hay quien se cabrea si la hablan de la conveniencia de bajar el aire acondicionado, me acuerdo de que por aquel entonces, como mucho, algún abanico, tenían las mujeres más pudientes. Cuando hay quien dice que este año no podrá tener vacaciones pienso  en esas generaciones de los pueblos que nunca las tuvieron, como mis padres. Cuando alguien protesta del calor mientras se toma un refresco en la terraza ... Mejor no pienso nada.