Se nota que se va acabando el periodo vacacional. Ya están
ahí las monsergas de siempre por estas fechas: síndrome postvacacional,
anuncios de otoño; hasta la ONCE
esta mañana en la radio mandaba a los niños al cole ya. Manda… que diría aquel.
Siempre pendientes del reloj, del calendario, como de un tirano sujetos a sus
caprichos.
A los tres años ya empieza una carrera sin interrupciones desde preescolar hasta la universidad, desde
el primer trabajo a la jubilación, siempre poniendo cotas temporales a algo tan etéreo y escurridizo
como es el tiempo. Está bien marcar llegadas para las metas de nuestro caminar
por la vida, pero no dejarse esclavizar,
porque somos nosotros los que deberíamos marcar las fechas y no la dictadura de de
lo socialmente correcto, o la publicidad; aunque a veces puedan concordar.
Es importante la meta, pero lo primordial es disfrutar y llenar
de bagaje el camino. Exprimir el presente, puede ser la mejor manera de
plantarle cara a la dictadura del reloj, porque vivir es algo más que vegetar,
incluso más también que una sprint sin tregua hacía unos propósitos en el
tiempo por muy loables que estos puedan ser.
Es cierto que como no nos hagamos anacoretas tendremos que
entrar por el aro en una gran mayoría de historias, pero que, al menos, nos dejen tener nuestros síndromes o bajadas, a
nuestro albur, que comience el otoño cuando nosotros le sintamos y no cuando lo digan las grandes superficies, y por supuesto la
ONCE que no aje ni un día de las vacaciones de los niños que
deben ser sagradas.
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