Antes al salir del trabajo caminando para mí casa me
cruzaba con dos monjas. Parecían muy simpáticas, siempre iban hablando y
sonriendo entre ellas. Después de muchas veces observándolas, aquel día, no sé por qué se me ocurrió saludarlas:
—Buenos días hermanas. —Les dije intentando
ser cordial. —Buenos días. —Me contestaron muy atentas. Seguí mi camino pero
volví la mirada para verlas de nuevo, una de ellas me seguía mirando y sin más
me espetó: sinvergüenza. No solamente no
me molestó sino que me hizo gracia. Fue tan forzado mi gesto que seguro que de
mi cara la monja dedujo que el tal
saludo más que sincero era una farsa.
Estos días se está hablando mucho
de las monjas Lucía Caram y Teresa
Forcades. Ambas salen mucho en los medios de comunicación. Lucia parece que ha
recibido un toque por parte de la nunciatura, Teresa de momento no ha sido apercibida, forma parte
del Procés Constituent Catalán y dice que está dispuesta a hacer un paréntesis
en su vida religiosa para dedicarse a la política encabezando una coalición independentista
en las elecciones al Parlamento catalán.
Con eso del apercibimiento y
demás la “hermana” Caram se ha puesto
como una avispa y dice que la intentan amordazar, que no la dejan
hablar, que si el gobierno mete baza … Lleva
saliendo en el prime time de TV muchos sábados desde hace años, en la Cuatro TV
parece una corresponsal en La Mañana, ha criticado todo lo que ha podido con
palabras no precisamente las más adecuadas para una monja de contemplación, de
clausura. Ahora se queja porque la han llamado al orden.
Estamos en un país libre y
democrático y Lucia Caram, como cualquier
otra persona, tiene todo el derecho a
manifestar sus opiniones aunque debería darse cuenta de su situación especial.
En España hay más de 30000 monjas, 950 conventos de clausura, por televisión
como no sea para presentar dulces o productos que hacen ellas mismas, no sale ninguna, y menos para hablar de
política. Acaso todos esos miles de monjas anónimas son tontas, son injustas, no tienen sentido del bien y del
mal, no tienen coraje para dar la cara. Pues no: ni son tontas ni cobardes,
tienen el coraje para comportarse como lo que son: monjas de clausura.
Imagen Telecinco |
Ella misma se ha definido como una monja cojonera, pero más que de nadie creo que cojonera de sus compañeras. Mi admiración para las que cumpliendo con su cometido están en sus conventos haciendo lo que saben y deben hacer. En mi pueblo, aunque pequeñito, siempre ha habido “muchas” monjas y misioneras, yo me siento maravillado con ellas. Lo de que una me llamara sinvergüenza, seguramente con motivos, no pasa de ser una anécdota.
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