¡Como para ir a la guerra con esos "pelos" y esa preparación que teníamos! |
La
vida es un poco una guerra a la que hay salir a plantar batalla cada
día. A veces, al final del día sale uno más o menos victorioso, o
más o menos fracasado. Digo lo de más o menos porque casi nunca las
cosas son tan diáfanas y claras como para poderlo proclamar
tajantemente. Además lo que a veces podría considerarse fracaso no
es tanto si se ha puesto el empeño por lograrlo, igual que tampoco los
triunfos son tanto si vienen de tóntilis bóbilis, digamos.
Salir
a la vida y luchar por lo que uno cree y quiere ya lo deberíamos
considerar como triunfo aunque no se llegue a la supuesta meta. Está
bien plantearse metas difíciles, que cueste llegar, casi que puedan
parecer imposibles; pero no metas inconvenientes o absurdas, según
los casos.
Acudo
a muchos partidos de fútbol de chavales, por las grescas y riñas
que montan con frecuencia los padres, parece más bien que piensan
que sus hijos deberían ser Mesis o Ronaldos, cuando la mayoría de
las veces están ya muy bien si figuran en el equipo de su colegio o
barrio.
Ese
empeño, muchas veces, porque el niño "llegue lejos": gran
ejecutivo, con relevancia social, que gane mucho dinero; está bien
hasta un cierto punto, pero sin pasarse. Es cierto que todos
queremos lo mejor para los hijos, pero lo mejor no siempre coincide
con lo que piensan los padres. El dinero, el "honor" y la fama no
llevan intrínsecamente aparejado ser más felices. La felicidad se
acerca más, haciendo lo que uno le gusta, pero sobre todo la
felicidad en la paz interior se encuentra haciendo lo que uno cree
que debe hacer.
Pues
nada, a la "guerra", a buscar el futuro. Ingeniero o labrador,
abogado o barrendero, taxista o albañil… Lo importante es que al
final hagan lo que realmente les gusta y apasiona, que luchen a tope
por conseguirlo y sobre todo más, mucho más importante: que sean,
pues eso, buenas personas.
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