jueves, 11 de mayo de 2017

A la guerra

¡Como para ir a la guerra con esos "pelos"
y esa preparación que teníamos!
En la mili cuando salíamos de maniobras montábamos en un camión con el cetme -fusil- y era bastante común que al subir se oyeran voces que decían: ¡A la guerra! Seguro que de ser real la frase no la hubiéramos dicho, al menos con tanto cachondeo y alegría. Ne sé si recordando aquella vieja mili, cuando mi guaje sale de casa para el instituto, alguna vez, también le digo con cierta guasa: ¡Venga hijo, a la guerra!

La vida es un poco una guerra a la que hay salir a plantar batalla cada día. A veces, al final del día sale uno más o menos victorioso, o más o menos fracasado. Digo lo de más o menos porque casi nunca las cosas son tan diáfanas y claras como para poderlo proclamar tajantemente. Además lo que a veces podría considerarse fracaso no es tanto si se ha puesto el empeño por lograrlo, igual que tampoco los triunfos son tanto si vienen de tóntilis bóbilis, digamos.

Salir a la vida y luchar por lo que uno cree y quiere ya lo deberíamos considerar como triunfo aunque no se llegue a la supuesta meta. Está bien plantearse metas difíciles, que cueste llegar, casi que puedan parecer imposibles; pero no metas inconvenientes o absurdas, según los casos.
Acudo a muchos partidos de fútbol de chavales, por las grescas y riñas que montan con frecuencia los padres, parece más bien que piensan que sus hijos deberían ser Mesis o Ronaldos, cuando la mayoría de las veces están ya muy bien si figuran en el equipo de su colegio o barrio.

Ese empeño, muchas veces, porque el niño "llegue lejos": gran ejecutivo, con relevancia social, que gane mucho dinero; está bien hasta un cierto punto, pero sin pasarse. Es cierto que todos queremos lo mejor para los hijos, pero lo mejor no siempre coincide con lo que piensan los padres. El dinero, el "honor" y la fama no llevan intrínsecamente aparejado ser más felices. La felicidad se acerca más, haciendo lo que uno le gusta, pero sobre todo la felicidad en la paz interior se encuentra haciendo lo que uno cree que debe hacer.

Pues nada, a la "guerra", a buscar el futuro. Ingeniero o labrador, abogado o barrendero, taxista o albañil… Lo importante es que al final hagan lo que realmente les gusta y apasiona, que luchen a tope por conseguirlo y sobre todo más, mucho más importante: que sean, pues eso, buenas personas.


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