miércoles, 19 de septiembre de 2018

Y por qué no cantar

Iba yo con mi carretilla cargada de leña tan tranquilo por la calle y sin más me puse a cantar, al cruzarme con mi quinto me espetó: ¡joder qué pasáo estás, no pensé que estabas tan mal! Yo sabía el buen rollo en que me lo decía y le seguí la corriente. Ahora  me disponía a comentar algo sobre los políticos y me he acordado de ese detalle, así que cambio de rasante.

Es así de cierto, hoy día es muy raro ver cantar  como no sea alguien  que no esté muy en sus cabales. Recuerdo aquellos años de mi niñez y adolescencia entonces sí que cantar era algo de lo más normal. Normal era ver a las mozas cantando en su balcón, en su puerta mientras regaban las flores, corriente también que entonará la canción del Carro de Manolo Escobar o cualquier otra el carretero mientras guiaba su yunta, habitual era que en las eras mientras se hacían las más diversas labores los labradores echaran sus coplas al viento, los chicos cantábamos en la escuela o en cualquier calle del pueblo, hasta en la iglesia todo mundo cantaba, ahora también allí se canta pero suele ser solo un coro.

Masiel cantaba a la vida, Peret también. Decía el gran actor Charles Chaplin, Charlot: los días más desperdiciados de nuestras vidas son aquellos en que no nos hemos reído. Viendo las películas de este genio de la pantalla, lo normal ya no es reírse sino más bien carcajearse. Ahora nos lo recuerdan los educadores, psicólogos  y demás: hay que reírse, hay que ver el lado bueno de la vida, hay que estar contento, hay que cantar. Creo que merece la pena preguntarse por qué antes con una vida tan difícil, con tantos problemas y carencias se sonreía y reía tanto o más que ahora con tantos adelantos y comodidades.

Así podríamos seguir haciéndonos muchas más preguntas. La gente hoy se siente desgraciada si no va de vacaciones; entonces, salvo para algún  señorito, que decíamos, no había  vacaciones. Nos quejamos y no digo que sin razón, cuando no tenemos calefacción, en aquellos años nadie tenía calefacción salvo el hornillo de la cocina de carbón y leña donde para poder meter los pies un poco había que hacer cola porque las familias solían ser numerosas. Hoy es una rémora no poder cambiar de coche con unos determinados años o kilómetros, entonces había que compartir una bicicleta con el padre y a veces algún hermano. No había agua corriente, la luz se marchaba a la menor brisa o llovizna...

Todo entonces era muy difícil y escaso pero había muchas ganas de vivir, muchas ansias de seguir a delante y aprovechar cualquier momento de la manera que fuera para soltar  una canción, sacar una sonrisa a la vida y se conseguía. Reír, llorar, gozar, sufrir, cantar...  vivir.
El Nene en la barra del bar un día nos dijo: Carrín y yo somos quintos, pero ya "desde que íbamos a la escuela". Nos hizo mucha gracia su manera de reafirmar tal condición. Yo estiro el "razonamiento" y digo que  mi vecino y yo somos quintos, pero ya "desde que nos bautizaron" y no me importa que me diga que estoy muy mal de la azotea aunque sé que va guasa y con buen rollo, tampoco me preocupa, que otros me lo puedan decir con mala uva, me da lo mismo, yo no pienso reprimirme por lo que diga la gente.


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