Acabo de leer el titular: "Qatar es el país más rico del mundo y uno de los más infelices". Con un ingreso per cápita de 100.000 dólares, donde todo mundo tiene trabajo, uno de sus problemas a la hora de coger un empleo para una persona que se gradúa, es que tiene que decidir entre las 20 ofertas que puede tener. Sin embargo los divorcios han aumentado exponencialmente, el 40% de los matrimonios se rompen. Las familias se han ido separando y la cultura del consumo ha ganado el terreno.
Paradojas de la vida: Qatar: muy rico pero no muy feliz. Imagen: Periodista digital |
Una vez más está comprobado aquello de que no es feliz quien más tiene sino quien menos necesita.
Cuando la persona no se sabe controlar siempre se va a sentir insaciable. El apego, la obsesión por querer siempre más hace que nunca este uno contento con lo que tiene. Lo vemos por ejemplo en esos políticos que tenían aparentemente todo, economicamente hablando, pero la ambición les llevó a apropiarse de lo que no era suyo y acabaron en la cárcel. Es como si sufrieran el síndrome de abstinencia, necesitan siempre más como si de una droga se tratase.
Es bueno o mejor necesario tener un autocontrol para darnos cuenta de lo que realmente necesitaríamos, para saber por lo que merece la pena luchar y dejar al margen ese tiempo que dedicamos a tantas cosas superfluas. Hay quien dedica más de la mitad de su tiempo a trabajar por cosas más o menos banales. Es conveniente saber también que esas metas a las que aspiramos son accesibles para nosotros porque si nos basamos en ideas y expectativas inalcanzables estaremos poniendo las bases para ser infelices.
Los niños de ahora cuando tienen tantos juguetes y adelantos electrónicos de todo tipo, se pasan las horas en casa con sus consolas y ordenadores; me pregunto si son más felices que aquellos que carecíamos de casi todo, pasábamos el día en la calle, con una pelota o los juguetes (tarusas, calvos, jinques...) que nuestros padres o nosotros mismos construíamos. Pues, al menos contestaría, que no estoy tan seguro de ello. Tampoco es motivo decisorio para ser más feliz tener un vehículo de alta gama, que poseer un utilitario... Así casi todo, al menos, en lo que se refiere a lo material.
El mismo Jesús dijo: no apegaros a las cosas de la tierra sino a las del cielo. Transportando ese mismo pensamiento para andar por casa se podría decir: no apegarse a lo innecesario, a lo superfluo a lo que nos acaba haciendo esclavos, sino a lo importante, a lo necesario, a lo que nos hace VIVIR en libertad sin ataduras y destinos frustrantes.
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