viernes, 16 de mayo de 2025

Un país vendido, tercermundista

Si España fuera un país tan adelantado y democrático como nos repiten tantas veces, hace tiempo que habríamos echado al gobierno que padecemos. Nefasto, dictatorial, mentiroso, antidemocrático, con un Presidente que se ha saltado todas las barreras para seguir en la Moncloa.  Con toda la corrupción y los graves problemas que le cercan, tiene la caradura de viajar hoy a una cumbre de la U. E. en Tirana, donde se hablará de seguridad económica e infraestructura digital y después a Bagdad como invitado de la Liga Árabe. Ya me dirán en que estará pensando mientras acude a esas reuniones con todo lo que le está cayendo cada día. Parece que de lo que sí que va a tener tiempo es de intentar la oficialidad del catalán para contentar a su Puigdemont.

Es imposible que semejante personaje destine su tiempo y sus ideas a gobernar aunque fuera malamente. Debió de haber dimitido hace mucho tiempo, ha  tenido tropecientos graves motivos para ello. Sigue y además pretendiendo dar lecciones. A un servidor lo que le extraña no es que haya un desalmado que ha llegado a Presidente sino que haya tanta gente que le sigue la bufa  empezando por sus ministros. Les  insulta, les reniega,  les maltrata y ni uno oiga, nadie dice esta boca es mía. Si alguien pensaba, por ejemplo, que la ministra de Defensa iba a decir algo por  llamarla Pájara se equivoca. Pretende  hacerse la diga con su carrera judicial y su servicio pero a la hora de la verdad lo único que la interesa es  seguir en el cargo, como a los demás.

De los medios de comunicación pesebreros he hablado muchas veces, hace un poco, una vez más la Intxaurrondo en TVE diciendo que los whatsapps que saca el Mundo son puro cotilleo sin importancia. Y así tantos  que todos conocemos y que defienden día a día lo indefendible en programas como el de Fortes, el de Ferreras o la Sexta Xplica,  que lleva 10 programas hablando de  Mazón y no tiene un minuto para recordar alguna fechoría de Sánchez. 

Me duele decirlo pero somos un país tercermundista, donde cabe todo: la mentira, la injusticia, saltarse la leyes. Aquí seguimos todavía discutiendo si semejante bodrio de gobierno tiene o no que seguir en su puesto. ¡Que se puede esperar con semejante panorama!

lunes, 12 de mayo de 2025

Era don Benjamín

Don Benjamín Panera, natural de Sahelices del Payuelo, fue  el cura del pueblo, del mío; durante más de 20 años. El sábado asistimos a su misa de funeral en la parroquia de Jesús Divino Obrero. A sus 82 años, había tenido estos últimos problemas graves con la salud, que sobrellevaba con gran ejemplaridad, confiando en la Providencia a la vez que aceptaba con espíritu cristiano su disposición para que Dios le llevase cuando quisiera.

Lo primero que hizo al llegar a la parroquia fue visitar uno por uno a todos los feligreses interesándose por todos los aspectos de su vida, incluso anotando lo que creía más  importante. Pronto se hizo con el afecto y el respeto de todos. Con su bonhomía, su trato cercano, dicharachero y amable, su sonrisa, su mirada penetrante escondida tras  sus gafas. Siempre dispuesto a atender en lo que pudiera. La gente se arremolinaba a su alrededor porque todos tenían cabida para dar sus opiniones sobre  horarios, cultos o cualquier asunto que se cruzara.

De alguna manera era un cura conservador, de los de antes, en cuanto a seguir las tradiciones y  también moderno por su versatilidad, enfoque y trato de algunos temas. Nos casó, bautizó a nuestro hijo... Hasta en esos actos sacramentales se le escapaba la sonrisa por más que su seriedad transcendiera en los momentos cumbres de las celebraciones. Tenía un hermano mayor, también sacerdote, don Fidel, fallecido hace años, que a veces le ayudaba con los pueblos y que tuvo la valentía de ir con 65 años para Sudamerica a pastorear una diócesis.

Siempre con la misma seriana beige, siempre con el mismo coche ZX,  intentando llegar a punto al mayor número de celebraciones posibles en los  numerosos pueblos a él encomendados. Recuerdo muy especialmente aquel día de Navidad, estaba la misa puesta para las diez pero había caído por la noche una gran nevada, unos 30 cm. Recogidos en nuestra  casas, lo que menos pensábamos era en ir a misa porque pensábamos que no la habría. Se asomó Ofelia  a la puerta y vio al fondo de la calle la Iglesia cómo una persona pequeña subía como dando saltos por la nieve. La parecía imposible pero era cierto: era el Cura que no pudo entrar en el pueblo con el coche y lo había dejado al borde de la carretera para subir a la iglesia andando. Al poco tiempo se oyeron las campanas y la misa se celebró si bien apenas acudimos media docena.

Una gran persona, un gran cura, que nos atendió lo mejor que pudo, que fue mucho y al que tenemos que estar muy agradecidos. Descansa en Paz, don Benjamín.