Si España fuera un país tan adelantado y democrático como nos repiten tantas veces, hace tiempo que habríamos echado al gobierno que padecemos. Nefasto, dictatorial, mentiroso, antidemocrático, con un Presidente que se ha saltado todas las barreras para seguir en la Moncloa. Con toda la corrupción y los graves problemas que le cercan, tiene la caradura de viajar hoy a una cumbre de la U. E. en Tirana, donde se hablará de seguridad económica e infraestructura digital y después a Bagdad como invitado de la Liga Árabe. Ya me dirán en que estará pensando mientras acude a esas reuniones con todo lo que le está cayendo cada día. Parece que de lo que sí que va a tener tiempo es de intentar la oficialidad del catalán para contentar a su Puigdemont.
Es imposible que semejante personaje destine su tiempo y sus ideas a gobernar aunque fuera malamente. Debió de haber dimitido hace mucho tiempo, ha tenido tropecientos graves motivos para ello. Sigue y además pretendiendo dar lecciones. A un servidor lo que le extraña no es que haya un desalmado que ha llegado a Presidente sino que haya tanta gente que le sigue la bufa empezando por sus ministros. Les insulta, les reniega, les maltrata y ni uno oiga, nadie dice esta boca es mía. Si alguien pensaba, por ejemplo, que la ministra de Defensa iba a decir algo por llamarla Pájara se equivoca. Pretende hacerse la diga con su carrera judicial y su servicio pero a la hora de la verdad lo único que la interesa es seguir en el cargo, como a los demás.
Me duele decirlo pero somos un país tercermundista, donde cabe todo: la mentira, la injusticia, saltarse la leyes. Aquí seguimos todavía discutiendo si semejante bodrio de gobierno tiene o no que seguir en su puesto. ¡Que se puede esperar con semejante panorama!
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