miércoles, 31 de octubre de 2012

1 DE NOVIEMBRE, SIEMPRE OS QUEREMOS.

A veces me gustaría estar triste, me gustaría estar más triste, quisiera estar muy triste; pero la vida le ha forjado a uno ya tan duro, que parece no importarle lo que tanto quiso y quiere: esos seres queridos que se han ido para siempre. Nos hemos vacunado contra tantas desgracias, que hasta nos duele la vacuna.

Hoy día de Todos los Santos ya que mis ojos, al menos de momento, se niegan a dejar escapar lágrimas, quiero llorar desde mi alma. No es mucho pedir para este día si después viene todo un año para intentar, día a día, uno hacerse el valiente. Un día para la verdad, la dura realidad de unos padres, hermanos, tíos, primos abuelos, amigos... tantos seres queridos que rodearon y alegraron nuestras  vidas y que hoy, precisamente al visitar el cementerio, nos duele la impotencia de tener sus sepulturas tan cerca y su vida y su palabra tan lejos. Muchos hemos intentado hablar con ellos por lo bajo, pero no nos han contestado y llegan las preguntas: ¿Me oirá de alguna manera? ¿Estará bien? ¿Qué pensará de mí? Y la única respuesta, la de siempre: inevitablemente dentro de unos años, tú también estarás aquí. Que no es su respuesta, es nuestra conclusión.
Silencio y más silencio solo roto por cuchicheos de gente que  viene a poner flores y oraciones a media  voz.

Una abuela está contenta, parece decir resignada a su marido: ya me queda poco pronto estaré contigo. Esa chica hace apenas un año que se mató su esposo y sigue con la misma pregunta: ¿Por qué te has ido, amor mío? Ese hombre de mediana edad, parece estar hablando tranquilo, debe contar a su esposa lo grandes que son ya sus hijos, aunque la perdieran siendo aún muy niños. El cura  serio circunspecto, se  ha puesto a cantar una canción de los entierros. Estás haciendo mal, pienso para mis adentros. No  es el drama del adiós lo que nos invade, es la melancolía de algo tan cierto como es el tiempo, como es la muerte, como es el cementerio. Y es que son tantos los cementerios, son tantos los muertos, que parece que somos los vivos los que estamos perdidos, los que somos inciertos. Y este sol brillante que ahora está cayendo, se nos marchará, el día se irá, y así un día más, otro año más para restar de vida, para sumar pasado, para llegar a ellos, a los muertos vivos, que eso es lo que pienso o quiero pensar, que si no me muero.

¡Hay queridos  vivos, que duro es lo vuestro! ¡Hay queridos muertos que paz os sospecho! Perdonad padres, hermanos, parientes amigos; perdonad todos, si en nuestro silencio, el sollozo nuestro echasteis de menos, sí que hemos llorado y mucho por dentro, sí que os echamos mucho de menos. Vosotros sabéis lo duro que a veces nos resulta esto; vivir sin vivir y muriendo por dentro, muriendo y viviendo, que ya no sabemos, donde está la vida, donde está lo cierto. Si la vida es vuestra, lo nuestro es incierto. Si la vida es nuestra, ¿lo vuestro qué es?  ¿Solo silencio? 

Silencio de noche que acaba venciendo también este día de Todos los Muertos. Silencio de tumbas, paz de cementerios. Contra este silencio hoy me revelo, quiero que el viento lleve mi eco e irrumpa con fuerza en vuestro silencio. Quiero que las lágrimas que se sujetaron en el cementerio y ahora van cayendo sirvan de envoltura a tantos recuerdos, recuerdos que viven siempre muy intensos, recuerdos que incluso, se  tornen alegres, porque si algo hay cierto es que tanto o más que antes, siempre os queremos.
                                                                                                                                        C. del Río

miércoles, 24 de octubre de 2012

MAS O MENOS

                          

Noticias frescas: ha muerto un heladero; decía el molinero.  Pues eso; noticias frescas: Mas quiere la independencia para Cataluña.

Parece ser que hay muchos trileros y vividores de la política, que acuden al cargo con muy buenas intenciones, (para ellos) y se meten en política, no para servir, sino para servirse. 
Duran i Lleida:
Dios los cria...
Se habla en todos los medios sin descanso de los derechos de los catalanes y las consecuencias, de la independencia de Cataluña. Pero yo creo que mucho antes que todo eso hay otra cuestión: España es un estado organizado en autonomíaS, provincias, y municipios,  básicamente; amén de otras múltiples instituciones. Hay, principalmente: un gobierno central, unos gobiernos autonómicos y unos gobiernos municipales. Todos ellos forman parte de la estructura administrativa del estado. Tanto es así que cuando toman posesión de sus cargos los diversos miembros de dichos gobiernos, juran o prometen acatar la Constitución.

Bueno pues  este país llamado España, es tan "democrático" que permite que desde el gobierno de las mismas instituciones del estado, como son las autonomías, se ataque a una de las bases sobre las que se asienta nuestra constitución: "la indisoluble unidad de la nación española".

Y en estas estamos. Imaginemos, por ejemplo, que el delegado de Telefónica en Cataluña dijera: queremos la independencia en nuestra región, vamos a operar como una empresa telefónica privada más. Imagino que a los órganos de dirección centrales, les daría la risa y pensarían en una broma de mal gusto. Lo que está claro es que si se percataban que iba en serio, no duraban los directivos de esa región ni cinco minutos. Seguramente les dirían: son ustedes libres de crear otra telefónica, pero no usando nuestros capitales y bienes, marchen de la empresa  y créenla por su cuenta.

Pues eso es lo que está sucediendo en España. Atacan a las bases del Estado Español desde las mismas estructuras que el estado tiene. De locos. ¡Claro que como hemos tenido unos Presidentes tan progres!
¿Tenemos lo que nos merecemos?
                                                                                                                                        C. del Río


martes, 23 de octubre de 2012

LA BONHOMÍA DE BONO


                                                           

Creo en la libertad de expresión, pero más en la elegancia y saber estar de las personas, máxime cuando han ocupado cargos de tanta responsabilidad. Cuando el señor Bono ha ostentado puestos tan importantes: ministro, presidente de la autonomía de Castilla la Mancha, presidente del Congreso de los Diputados; me parece de muy poca elegancia escribir libros, con los dimes y diretes  que en esos cargos le llegaban a sus oídos. Por eso creo que no es de recibo que  publique esas batallitas, sencillamente para forrarse.
A mí no me miréis
Imaginemos que ahora todos los políticos retirados o semi-retirados se dedicaran a escribir literatura basura de lo que han vivido en sus cargos, esto se convertiría en algo irrespirable, aunque en este caso le vendría muy bien a este señor que alguien le pagara con la misma moneda. 

Se le ha pagado y muy bien en sus cargos. ¿Por qué pretende este sujeto seguirles sacando tanta rentabilidad? 800.000 €  por una primera entrega dicen los medios. Por otra parte, ¿compraría la gente estos mamotretos si no fuera por el morbo que tienen?

Claro que dice ser católico,  pero siendo Presidente del Congreso, no recibió un millón de firmas en contra del aborto. Este personaje llama  calvo al director de un periódico, que  ciertamente lo es, pero sabiendo que él se ha implantado pelo. Este sujeto  va dando sermones en todos los aspectos de la vida, desde su púlpito de narcisismo y egoísmo. Este malabarista  se ha retirado de la política tropecientas veces volviendo otras tantas al redil. Para D. José Bono, Pepe para los amigos, enseñado  a tantas piruetas y triquiñuelas esto debe ser muy elegante y coherente. ¿Puede, en fin este hombre tener la más mínima credibilidad? Para mí, por supuesto que no; como no sea para dar más crédito a lo contrario de lo que exprese. 

Por cierto que mucho llamar calvo al director de la Gaceta, pero todavía que yo sepa no ha aclarado todas las incongruencias que el periódico publicaba de su pisos, su hípica y demás mamandurrias a él adyacentes.                                                               
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       C. del Río

lunes, 22 de octubre de 2012

PARA CURRI.

Buenos días Mª Dolores.
Que la Curri se jubila,
me contesta sin demora,
si quieres decirla algo
deberás hacerlo ahora

Tantas cosas la  diría …
aunque la más importante
que todas resumiría:
Curri, a seguir adelante
que la vida continúa

Siendo siempre como eres,
causas nobles defendiendo,
queriendo como tú quieres,
luchando por todo eso
que en la vida lo merece.

Y que vivas muchos años.
Y que cuando seas mayor,
porque ahora no lo eres
tan bien como tú has tratado
sea tu amor recompensado..

Y te devuelvan al menos
parte de tantos desvelos
dedicación y atenciones,
lo que tú con tanto anhelo,
Dedicaste a tus mayores.

Pues eso, a seguir viviendo.
A tus fines y aficiones
más les puedes dedicar.
¡Por favor, que no me olvides!
Yo no te voy a olvidar.

                                                                                                                                C. del Río

A CONSUELO.

Compañera de trabajos,
compañera de alegrías,
y  también, también, a veces,
compañera de desdichas.

Si jubilarse es de júbilo
y júbilo es alegría,
está bien que te jubiles,
de un trabajo de rutina.

Ya que lo nuestro es pasar
como pasando va el viento,
día tras día sin parar
por los caminos del tiempo.

Pero no, no te jubilas,
de tu vida y tu familia,
que no, que no  te jubilas,
de compañeras y amigas.

La mano siempre tendida,
mucho es lo que nos has dado,
de esfuerzo y dedicación:
mucho nos has enseñado.

Queremos que sigas siendo,
importante en nuestras vidas.
No podemos ni queremos,
el olvido ni hoy, ni nunca.

Confiamos que los días,
nos ofrezcan tus visitas,
y también de vez en cuando,
saborear tus rosquillas.

Ahora tendrás más tiempo,
para ti y tu familia.
para pasear con Felix
y disfrutar de la vida.

¡Hay, Consuelo de alma!
¡Hay, compañera querida!,
sigue siendo  como eres,
leal, noble, sencilla.

Levantamos nuestras copas,
pues nada, lo dicho amiga.
muchas felicidades
que la vida te bendiga.


C. del Río

MADRE QUE ESTÁS EN LA TIERRA.-Ahora en el cielo-

Un pañolón negro va cubriendo su cabeza.
Una bata, también negra, protegiendo va su cuerpo.

Desde que la recuerdo, siempre de oscuro va.
Como si un voto hiciera,
y por siempre lo cumpliera
…….
Siempre haciendo sus labores,
cuidando siempre la casa,
desde la más tierna infancia,
que la puedo recordar;
solo ha hecho trabajar.
…….
Ni un solo día de descanso,
Si no es por enfermedad.
Días, meses, años, lustros.
Nunca la falta ilusión,
Pa estar al pie del cañón.
…….
En las jornadas de fiesta,
por atender a los suyos,
mientras ellos las disfrutan,
ella con alegría;
trabaja más todavía.
…….
No pide para ella nada.
Solo para los demás.
Aunque larga la familia,
por si a alguno algo pasara;
ella siempre preocupada
…….
De todos siempre pendiente,
Ayudando más que puede.
Parece que así es feliz.
Su “vicio” pudiera ser,
tal vez, demasiado querer.
……..
Muchas madres hay como esta.
Madres que abuelas son ya,
que han vivido para dar.
Que no  nos pasen la cuenta,
nunca podríamos pagar.
…….
Madres que estáis en la tierra,
yo no sé si existe el cielo,
no dudo que si existiera,
a vuestra vida acabar,
A él iréis a parar.


 C. del Río -1985-

LA MONTAÑA DEL CORAZÓN.

La noche iba apareciendo por las montañas lejanas, el agua del arroyo seguía inmutable en su ruido y su camino. Ruidos extraños, aullidos de lobos y graznar de cuervos se mezclaban a lo lejos.

En aquella choza perdida en las montañas que guardan las aguas del pantano del Porma, allí estaban los cuatro: Saturio, Palmira, el Trosqui, y el Nei. Saturio con la gorra apresada entre las rodillas y el pensamiento y la mirada puesta en su niña Palmira. La niña estaba enferma, siempre había sido débil, delicada, desde que su madre la canjeara la vida en aquel triste parto. Como todos los niños, Palmira nació llorando, como muchos, demasiados; Palmira vivió sufriendo. Aunque la sonrisa arrancaba a veces de su mejilla, era una sonrisa tranquila, lánguida que regalaba a sus perros y corderillos cuando jugaba con ellos, o a su padre cuando la contaba cuentos de la realidad, historias de la vida que eran verdad.

Siete años a caballo entre la vida y la muerte, la sonrisa y el dolor, lo posible y lo imposible. Saturio lo supo a los dos años cuando cansado de darle los beberajes y potingues que le aconsejaban, la llevó a un especialista, aunque nunca lo creyó. Vivirá, vivirá; se decía millones de veces, pero las últimas semanas habían precipitado la enfermedad. Palmira llevaba días en la cama sin poderse mover apenas y aquella tarde de San Juan la razón le decía que se estaba acabando. El corazón se le desbocaba mientras seguía repitiendo: no, no, no.

En aquella camita echa con madera de la montaña, con tanta ilusión y amor antes que naciera, la niña seguía luchando por su vida. La cara amarillenta, gotas de sudor se apiñaban en la frente, con una mueca extraña de pena y alegría a la vez, de dolor y de placer. Parecía que sonreía, pero no era una sonrisa normal, era…  como una sonrisa del alma. Saturio de vez en cuando bajaba la mirada para que su niña no apreciara esas lágrimas que deseaban marcharse y sus párpados a duras penas lograban retener.

Trosqui, el mastín también estaba allí a los pies de la nena apoyado en sus nalgas, con un semblante grave como si conociera los acontecimientos, seguro que lo intuía. De vez en cuando movía la cabeza para abajo y hacia los lados, dando un mínimo aullido, tal vez de impotencia y dolor. El Nei, el perrito pequeño que tantas veces la había guardado los pañuelos, manchado el vestido y roto las zapatillas también, claro, estaba allí al lado de Saturio con las patas delanteras subidas en el camastro; las orejas caídas, de vez en cuando salía y ladraba y volvía a entrar como queriendo llamar la atención a todo el mundo de lo que allí sucedía. Fuera los corderillos y las ovejas balaban más que nunca y Saturio, en busca de ayuda, se acordó de Alicia, su mujer. Ayúdame, le decía, ayúdame. La niña no la había conocido pero sabía bien como era. En esos cuentos reales que su padre le contaba: todas las hadas, todas las mamas eran hasta en su cuerpo como mama Alicia, como él la recordaba. Sacando fuerzas del último rincón, la niña se sentó en la cama, su padre no entendía; con la voz entrecortada le dijo: papa quiero irme con mama y quiero que tú también vengas.

Ambos se fundieron en un abrazo; la niña respiraba más de prisa aún y temblaba, temblaba. El padre ya no pudo más y dio libertad a sus lágrimas que resbalaban por la melena de la niña en una caricia sublime. El Nei subía y bajaba de la cama dando ladridos entrecortados. Trosqui daba vueltas y aullaba con un sonido débil, largo y desgarrador y las ovejas y sus corderillos balaban suavemente. Palmira había muerto. Saturio la desvió bruscamente, la tambaleo por los hombros casi brutalmente ¡No! ¡No! Sí, había muerto. De nuevo la apretó a su pecho y comenzó a hablar en voz alta ¡Por qué!,  ¡Por qué! La última frase de la nena pasó por su mente: "Papa quiero irme con mama", y una extraña sensación de amarga conformidad le invadía. La niña había sufrido ya mucho y seguro estaría mejor con su mama. A él le quedaban sus perros, sus ovejas y sobre todo la esperanza de un día reunirse también con ellas. Seguía recordando: quiero que tú también vengas. Si yo pudiera irme ahora con ellas, pensaba el pastor, y toda su vida paso en unos instantes por su mente. ¡Cuántos trabajos y sufrimientos! Debía tener razón la abuela que le enseñó a leer, a rezar, a ser valiente cuando los lobos aullaban a unos pasos, ahora tenía que ser más valiente que nunca. Algún día habría justicia. Dio un suspiro, se levantó, secó sus ojos con los brazos, bueno amigos, dijo a los perros: hay que hacer algo.

El pueblo estaba lejos y para qué ir al pueblo, su familia ya no estaba allí, como no fuera algún pariente lejano y de nuevo le reprocharían enterrarla en la montaña, como hicieron cuando Alicia. Ellos decían: un entierro digno,  con misa solemne y sepultura en el cementerio, adosada a una gran cruz.
¡Que sabían ellos donde podían estar mejor su mujer y ahora su niña! Donde mejor que en aquella montana rodeadas de todos los animales y plantas que siempre las habían acompañado. Donde mejor que allí, cerca de sus perros y ovejas. No, no diría nada a nadie, la enterraría  al lado del reguerucho, junto su madre. No podía hacer caso a los hombres y Dios …,  que iba a echarle en cara Dios, si aquella montaña era la mejor catedral para hablar con él. El Trosqui y el Nei acercaron las zarpas a su cuerpo como dando su conformidad.

Cambio a la niña para su cama, desbarajusto la que con tanto cariño había hecho y con sus maderas construyó la caja. Y rezaba y hablaba con los perros y hablaba con la nena, con Alicia con Dios: ayudadme, ayudadme. Así toda la noche.

Los primeros rayos de sol se colaban por las cumbres, el tiempo no daba para más, el cortejo ya estaba formado no había nada que esperar. Con Palmira a hombros de su padre se dirigieron los tres a cavar la sepultura. ¡Que cortejo tan especial! Saturio y sus dos perros. El Nei delante a carreras para volver otra vez al lado de su amo, el Trosqui al lado de Saturio con paso lento y ceremonioso hasta llegar al lugar.

Allí, al lado de mamá Alicia, comenzaron a hacer un hueco para la niña, Saturio cavaba y los perros con sus patas le ayudaban a sacar la tierra. El cuerpo de Palmira en su cajita de madera al lado. Aún quedaban por amarrar las últimas tablas. Saturio las había puesto provisional para poder contemplar alguna vez más el cuerpo de la niña.
Por fin acabaron con las ultimas paladas de tierra, de nuevo el pastor prorrumpió en un llanto desgarrador abrazado a la caja. El Nei ladraba y saltaba de un lado a otro del féretro, Trosqui con la cabeza cabizbaja lanzando miradas de pena. Saturio musitó unas palabras en bajo a su Palmira: adiós hija mía no sé cómo viviré sin ti, algún día nos reuniremos de nuevo con tu madre, no me olvidéis; ayudadme, ayudadme. Su último abrazo, su último beso.

Ayudado por unas cuerdas posó la cajita en la fosa. El Nei seguía saltando de un lado a otro de la fosa, el Trosqui con la cabeza acurrucada al hoyo, sabe Dios qué pensaría. Cogió la primera palada de tierra con lágrimas y palabras entrecortadas dijo de nuevo: adiós, hija mía, no me olvides, ayudadme. Y como si se hubiera vuelto loco, tiró y tiró muy deprisa aunque suavemente la tierra a la fosa. Se acabó. Con las fuerzas que le podían quedar, lanzo la pala lejos, agachado cogía punados de tierra y mientras la apretaba fuertemente con sus manos, ahora rezaba y rezaba. Así largo rato.
Los balidos lejanos de ovejas le recordaron que le necesitaban y murmurando la frase de siempre: no me olvides. Adiós, ayudadme; regresaron a la cabaña.

Días meses seguían implacables su ritmo, para Saturio  no existía el presente, solamente los recuerdos del pasado gravados en su mente y la esperanza de un futuro reunido con ellas le importaba ya. Con estos recuerdos y esperanzas seguía cuidando sus ovejas. Todos los días mientras las guardaba, atropaba flores muchas flores para llevarlas a las tumbas y de nuevo recordaba y regaba con sus lágrimas aquel terruño sagrado.

Así un día y otro se fue pasando el verano, los fríos del otoño se venían acercando y las nieves tras ellos. Como todos los años antes que estos llegaran tenía que bajar con sus ovejas  a las tierras bajas de León, en aquel pueblecito ribereño del Porma como tantos otros años pasaría el invierno.

A riesgo de ser cogido en la montaña por la primera nevada, apuró unos días más, hasta los últimos de octubre. Larga despedida en su camposanto particular y con gran dolor bajo huyendo de nieves y fríos.

Duro y largo invierno para él y la viuda que le hospedaba todos los años, con la ausencia de la niña; ya no jugaban como tantas veces los tres a los juegos y enredos que la vieja les había enseñado. Ahora hablaban y hablaban y de cuando en cuando grandes huecos de silencio y la viuda de nuevo le intentaba distraer con nueva conversación, hasta que una mirada de Saturio le pidiera clemencia y de nuevo el silencio. ¡Que cortas habían sido aquellas noches de invierno! ¡Que largas las de aquel año! Cuando el frio, la pena les penetraban sin remedio, por más que lo intentaran, hasta las fibras más profundas. Sin saber de qué hablar solo recordar, solo esperar.

Las yemas de los ciruelos empezaban a abultarse, los días iban ganando en color y alegría, se veían bandadas de pegas buscando pareja; la primavera debía estar cerca pero las nieves seguían cubriendo la montaña unos días más y ya podrían subir.

Sin esperar hasta abril como otros años; a mediados de marzo, Saturio aquel día madrugó con sus ovejas dispuesto a subir, había que aprovechar las primeras luces del alba para que la noche no les cogiera en el camino, iba contento tan contento que de cuando en cuando tarareaba una canción. Ya nos queda poco mirad, aquella es la montaña, dijo a sus perros. En los últimos metros dejó a estos guiando su rebaño y corrió al lugar de las vidas de su vida. De nuevo las lágrimas el dolor pero a la vez muy dentro de su alma un remanso de paz y alegría. Pero, ¡que era aquello! En la tumba había mucha hierba, más no eran hierbas normales ni malas, eran brotes de flores que adornarían el lugar siempre frescas sin que las trajera todos los día, flores que tal vez sus lágrimas habían humedecido, empapado y hecho germinar sus semillas. Y al día siguiente cabo allí muy cerca. ¡Cielos!, no podía fallar, brotó una fuente con la que regaría  las flores cada primavera.

La barba totalmente blanca aquella contextura fuerte se tornaba débil enclenque enfermiza. Aquella primavera, Saturio  intuyó sería la última y con las fuerzas especiales que recibía cada año al volver a respirar de nuevo el aire de la montaña, cavó su propia tumba al lado de sus niñas.

Y el Nei no volvió de uno de sus viajes solitarios, víctima seguramente de los lobos y el Trosqui andaba ya torpe y cojo. Un día los vecinos del pueblo más cercano vieron la hoguera humeando horas y horas; estaba claro: Saturio estaba muy enfermo, tal vez habría muerto.

Como les había advertido, le enterraron en la montaña, al lado de su mujer e hija. La fuente  siguió manando y sus aguas se dividían en dos salpicaderos que abarcaban las tumbas de los tres para fundirse en uno al final y caer al riachuelo. Árboles crecieron con fuerza al lado de las aguas formando con los regueros la figura de un corazón. Y dicen que a pesar del tiempo todas las primaveras aparecen muchas  flores. Y cuentan  que aquellas aguas curan penas y amores. Y por eso en el corazón de las montañas del Porma, hay una que la llaman: LA MONTAÑA DEL CORAZÓN.
C. del Río