martes, 23 de octubre de 2012

LA BONHOMÍA DE BONO


                                                           

Creo en la libertad de expresión, pero más en la elegancia y saber estar de las personas, máxime cuando han ocupado cargos de tanta responsabilidad. Cuando el señor Bono ha ostentado puestos tan importantes: ministro, presidente de la autonomía de Castilla la Mancha, presidente del Congreso de los Diputados; me parece de muy poca elegancia escribir libros, con los dimes y diretes  que en esos cargos le llegaban a sus oídos. Por eso creo que no es de recibo que  publique esas batallitas, sencillamente para forrarse.
A mí no me miréis
Imaginemos que ahora todos los políticos retirados o semi-retirados se dedicaran a escribir literatura basura de lo que han vivido en sus cargos, esto se convertiría en algo irrespirable, aunque en este caso le vendría muy bien a este señor que alguien le pagara con la misma moneda. 

Se le ha pagado y muy bien en sus cargos. ¿Por qué pretende este sujeto seguirles sacando tanta rentabilidad? 800.000 €  por una primera entrega dicen los medios. Por otra parte, ¿compraría la gente estos mamotretos si no fuera por el morbo que tienen?

Claro que dice ser católico,  pero siendo Presidente del Congreso, no recibió un millón de firmas en contra del aborto. Este personaje llama  calvo al director de un periódico, que  ciertamente lo es, pero sabiendo que él se ha implantado pelo. Este sujeto  va dando sermones en todos los aspectos de la vida, desde su púlpito de narcisismo y egoísmo. Este malabarista  se ha retirado de la política tropecientas veces volviendo otras tantas al redil. Para D. José Bono, Pepe para los amigos, enseñado  a tantas piruetas y triquiñuelas esto debe ser muy elegante y coherente. ¿Puede, en fin este hombre tener la más mínima credibilidad? Para mí, por supuesto que no; como no sea para dar más crédito a lo contrario de lo que exprese. 

Por cierto que mucho llamar calvo al director de la Gaceta, pero todavía que yo sepa no ha aclarado todas las incongruencias que el periódico publicaba de su pisos, su hípica y demás mamandurrias a él adyacentes.                                                               
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       C. del Río

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