Los Veleros. Grande músicos (tamboriteros) desde los años 60 |
Este es uno de esos compañeros casuales de cervezas y tertulias de bar que toca el
tambor en una de esas orquestas que
amenizan las fiestas patronales de los
pueblos. Cuando nos dirigimos a él no lo hacemos por su nombre sino que le
llamamos músico. Un día y teniendo en cuenta que toca el tambor se me ocurrió
llamarle tamboritero, es verdad que con un poco de mala intención. Se enfadó
bastante y me dijo que no era tamboritero sino músico. Yo intenté justificarme:
antes llamábamos tamboriteros a todos
los músicos que iban a las fiestas. Pero quedó claro que si quería llevarme
bien con él nada de tamboritero.
Hay muchas personas que se
preocupan muchos más por lo que dicen o lo que piensan de ellas que por lo que hacen
o lo que son en sí mismas.
Todos en mayor o menor medida damos importancia a nuestra proyección de
cara a los demás, es lógico. Lo que ya no es tan lógico es pretender contentar
siempre a otros antes que estar contento
con lo que hace uno mismo. Tampoco tienen que ser siempre lo uno excluyente de
lo otro pero si hay que optar es
preferible estar bien con uno mismo que recibir elogios de los demás.
En esta campaña electoral
interminable vemos cada día como se nos pretende siempre servir lo
políticamente correcto. Todos nos prometen acabar con los males que nos
aquejan. Seguro, salvo que sean idiotas, que se dan cuenta que nos mienten
descaradamente pero no es su verdad ni su conciencia lo que les mueve sino sus
intereses particulares de partido y de poder. Hasta se comprendería que en
estas lides mintieran un poco pero no tan exageradamente como lo hacen.
A estos sí que les interesa más
que a nadie como les ven los demás, los electores; independientemente de que si se mirasen a ellos mismos tendrían motivos para sentirse bastante mal.
Algunas veces, sobre todo si estamos,
solos; sigo llamando al músico tamboritero.
Él ya sabe que lo que menos pretendo es
ofender o engañar a nadie y más que enfadarse me suelta alguna andanada
envuelta en una sonrisa. Andana es lo
que se dicen llamar muchos de estos que ahora nos prometen tanto y después
cuando llegan al poder cambian sus discursos y promesas sin el menor rubor o
vergüenza. Lo peor de todo, yo creo, es que hay mucha, demasiada gente, que no
es que la engañen, es que se deja engañar.