viernes, 10 de junio de 2016

El tendedero

Además de ropa se tienden y extienden muchas cosas
Así que me dispuse a colgar mis calcetines. Como si de una acción heroica se tratara asomé mi cuerpo por la ventana y por unos momentos me sentía el amo de la casa. Con elegantes ademanes como si fuera un ilusionista intenté acomodar mis prendas al tendedero.  Tal vez por quererlo hacer con tanto donaire, hete aquí que mis calcetas cogieron vuelo hacia la terraza del vecino. Inútil me sentía al ver tan triste hazaña.  Pronto una idea acudió en mi ayuda: esto lo resuelvo con la caña de pescar.  Resuelto a rescatar lo mío con la caña estirada,  aunque sin anzuelo intentaba pescar,  pero no conseguía nada.

Muy  abstraído debía estar en mi faena porque unas señoras  llevaban minutos observándome desde sus respectivas  ventanas sin que yo me diera cuenta.   
— ¡No hombre así no! Te llevo yo la caña que tengo preparada para cuando  a mí me pasa. — Me dijo una!  
Me ruborice al ver que estaban observando y riendo mi fracaso. Tengo que pillarlos ya para que no se rían más,  pensaba. 
— Venga ya te lo bajo. —Insistía la señora.         
—Que no,   que  esto lo atrapo yo ahora mismo.   Y seguía tirando mis lanzadas sin que la presa fuera rescatada.  Llaman a la puerta,  abro; es la vecina que no me hace caso y me baja su artilugio para estas andanadas. Dos viejos mangos de escoba con un guincho al final. No me queda más remedio que con ello probar. Casi para no darla la razón prefiero fracasar, pero me hago con  las prendas a la primera tirada. Otra vez carcajadas de las vecinas.  Finjo que tengo prisa, me despido cortésmente y  las pierdo de vista.

Me espatarro en el sofá y pienso: he debido hacer un  ridículo espantoso, estas cotorras solo quieren una disculpa para montarla y yo resulta que se la he dado.  Seguro que seguirán hablando de mí y ya de paso sacarán a colación otras historias. Me doy cuenta que tampoco es para tanto.  Además  saco conclusiones para que me salga mejor en otras ocasiones:  Siendo, como fui y ahora menos, pescador;  intentar pescar sin anzuelo, sin gancho, no dejaba de ser una gansada. Desdeñar ayuda por no sentirse "fracasado"  lleva con frecuencia a un mayor fracaso.

Ahora, cuando salgo al tendedero, no puedo evitar mirar a otras ventanas, aunque no logro meterme en conversación si por el aire advierto risas o palabras, dudo que con el tiempo lo consiga, pero todo se andará.



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