En 1918, después de la guerra hubo una gran pandemia de gripe, la gente caía como moscas. Cuentan que en un pueblo cercano a Benavides de Órbigo, había un mozo llamado Benito, fuerte y bastante brutote que como disponía de un caballo y era voluntarioso -también para visitar los bares y tugurios de la zona-, se había convertido como el encargado de acercarse hasta Benavides para avisar al médico cuando alguien del pueblo lo necesitaba así como, muchas veces, para pedir los certificados de defunción.
Un día apareció muy de madrugada a la puerta del médico.
—¡Don Lesmes! ¡Don Lesmes!
Se tiró de la cama el médico.
—¡Ah Benito! ¿Eres tú? ¿Que traes?
—¡Mi padre! ¡Mi padre!
—Está muy malo para venir a estas horas, querrás que vaya a verle.
—Ya no hace falta solo vengo a por el certificado de defunción.
—Te acompaño el sentimiento, vamos a cumplimentarlo. ¿Sobre qué hora más o menos ocurrió el deceso?
—Pues no lo sé exactamente, don Lesmes.
—Pero cómo no vas saberlo, Benito.
—No lo sé porque cuando salí de casa todavía estaba dando boqueadas.
—¡Bestia! ¡Animal!)
—Yo lo hacía solo por ganar tiempo. —Contestó Benito.
En España, especialmente en la última década, también parece que se está extendiendo como una pandemia el independentismo. Al comienzo el País Vasco y Cataluña, ahora ya proliferan como los hongos por Baleares, Valencia, Galicia... Primero la sangría etarra que querían lograrlo matando a inocentes. Cuando las Fuerzas de Orden Público y el pueblo les había vencido y tuvieron que dejar de matar, aparece con mayor virulencia el problema catalán, con eso de que casi todos los Presidentes tenían que apoyarse en la entonces Convergencia y Unió para sacar sus mayorías y que culmina con el incompetente Zapatero cuando les aseguró que aprobaría cualquier Estatuto que saliera del Parlamento Catalán.
Al final acaban haciendo dos referendos ilegales, proclaman la independencia y los Poderes del Estado, especialmente el Gobierno, en este caso del PP, siempre templando gaitas no vaya a ser que se enfadaran demasiado. Aplican un 155, quitan temporalmente el Gobierno de la Generalidad, pero con tan poco efecto que al final se restituye con los mismo inquilinos y problemas, incluso más. Los jueces mandan a unos pocos a la trena, hace unas semanas comenzó el juicio.
Pasan por el banquillo los acusado y a tenor de sus declaraciones parece que fuéramos los españoles los que les tenemos que pedir perdón. Alguno, como Junqueras, hasta se atreve a decir que ama mucho a España cuando está intentando romperla. Después pasan a declarar Rajoy, Santamaría y Zoido como testigos y miembros del Gobierno.
Declaraciones con múltiples vacilaciones e imprecisiones, que todavía siguen dejando las cosas como dudosas.
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Juicio del Procés. Imagen periódico Las Provincias |
¡Ah! Pero esta última semana era la hora de los mandos operativos de las Fuerzas de Orden: Secretario des Estado de Interior, y Coordinadores y Directores de los Cuerpos de la Policía y la Guardia Civil. Ahora sí, estos ya dejan las cosas claras, dando detalles concretos: hubo fuerza, organización y ataque a sus efectivos, los Mozos no colaboraron. Esto lo corrobora hasta su Comisario General de Información en su declaración del pasado viernes, así como que Puigdemont y sus Consejeros querían referendum a toda costa.
Parecía que la pandemia del independentismo acabaría rompiendo España. Algunos ya querían el certificado de defunción cuando hicieron la DIU -declaración unilateral de independencia-, pero resulta que aunque el enfermo pareciera estar dando las últimas boqueadas, como dijera Benito de su padre, España sigue viva y a pesar que haya políticos, como el funesto Presidente Okupa, que en muchos casos no cumplan con su deber de defenderla, hay muchísimos españoles que sí lo van a hacer si es necesario.
En León tenemos la estatua de Guzman que con un brazo señala la estación, según dicen queriendo indicar este a los visitantes: el que no esté contento en León ahí tiene la estación. Pues eso, menos royo, menos cuento. España es de todos los españoles. el que no quiera ser español...