En estos días nos acordamos, más si cabe, de los seres queridos que ya no están por aquí. No están físicamente pero siguen siendo parte importante de nuestras vidas. Su recuerdo sigue alentando nuestra existencia, sus brasas siguen dándonos calor, sus chispas nunca se apagan para seguir iluminándonos. Este año con la que tenemos encima, ni siquiera los curas acudirán a los cementerios, aunque sí que la mayoría iremos como siempre a rendir homenaje y cuentas a los que "tanto" nos dieron. Y seguro, como siempre, algunas lágrimas rodarán por nuestra mejilla, por nuestra alma, por nuestro corazón, puede que hasta incluso alguna mueca de alegría al recordar momentos compartidos.
Servidor echa de menos aquellas visitas todos juntos en compañía del cura a las 5 de la tarde, cuando los rayos de sol ya menguantes, disputaban por pasar por encima de las tapias del cementerio. La oración, las miradas perdidas, las sombras y la tenue luz solar, amasaban en mi espíritu una mezcolanza de resignación y triste melancolía.
Un año más para agrandar nuestra memoria en ellos y también un año menos para que nosotros pasemos también al recuerdo. De momento aquí seguimos hasta que la enfermedad, los años... hasta que Dios quiera. ¡Pasa todo tan rápido! Hay quien dice que el tiempo lo borra todo. No es cierto. Nada puede borrar una gran complicidad, una gran amistad, un gran amor. Es más ni siquiera el tiempo mengua la magnitud de esos rescoldos.
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