domingo, 26 de enero de 2020

Amor y justicia

La abuela tenía más de 100 años, se valía perfectamente y ayudaba en algunas laboras del hogar. Había sido siempre una persona alegre pero aún así de vez en cuando últimamente decía: Yo no pinto nada aquí, a ver si Dios se acuerda de mí. Un simple tropezón con una alfombra, provocó su caída, la llevaron a su cama y viendo la mujer que por momentos la vida se marchaba, dijo: colorín colorado, este cuento se ha acabado. A los pocos minutos falleció.

Es importante intentar vivir con la mayor alegría y optimismo posible. Cuando los años o los hechos advierten que el final se va acercando, no por ello se ha de tirar la toalla, aunque seguramente, será más necesaria la ayuda y dura la batalla. Con más frecuencia de la deseada se oyen frases más o menos como la ya apuntada: aquí no hago nada, estoy estorbando.

La vida es un cuento, en el que nosotros ponemos el argumento, según nuestras convicciones, aspiraciones y deseos. Las circunstancias, los avatares, también la suerte o la desgracia nos ayudan o nos separan de lo que hubiéramos deseado. A veces es necesario cambiar el ideario o el final, sin dejar de pelear contra los obstáculos que encontramos en el camino. Lo importante no es llegar a donde un día quisimos, sino más bien, llegar hasta donde hemos podido y eso implica seguir siempre en el brete, en la medida de nuestras posibilidades: con trabajo o con descanso, con ímpetu o con relax,  a veces incluso aunque parezca que tiramos la toalla, que sea para coger fuerzas.

Un sultán encontró a un anciano plantando una palmera.
—Eres viejo, no comerás sus frutos. —Le dijo.
—Nuestros antepasados plantaron y comimos nosotros, nosotros plantamos y otros comerán. —Respondió el viejo.
El sultán quedó maravillado de su razonamiento y ordenó al séquito que le dieran  unas monedas de plata.
—La palmera ya me dio sus primeros frutos. Apostilló ahora el anciano.

La palmera datilera tarda décadas en crecer y dar fruto.
Hay refranes, sin embargo, que dicen todo lo contrario: no plantes árboles en los que un día no te puedas poner a su sombra. Yo prefiero quedarme con la idea de aquel que plantaba la palmera. La idea de que tan importante o más que atenderse a uno, es pensar en los demás, en los de al lado o en los que vienen detrás, entre otras cosas por justicia. A nuestros antepasados les costo mucho pero nos lo dejaron, como se suele decir: a güevo. Está bien que cada generación se busque las habichuelas; pero lo justo sería que no encontraran un planeta saqueado  y una deuda de más de 25.000 euros para cada criatura, según nace en nuestra España.

Plantando árboles,  haciendo muy poco o puede que haciendo nada; el rendimiento material es muy importante, el cuerpo lo necesita. Tan importantes o más son otros rendimientos, otros motivos, como los de la justicia y el amor. Alguien le dijo a su madre anciana cuando ya quería "marcharse": No hay nada  mejor que poder tenerte a mi lado, que estés con nosotros, tu presencia nos empuja y nos da vida. Queremos que sigas aquí, no por lo mucho que te debemos sino por lo mucho que te necesitamos por lo mucho que te queremos.




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