miércoles, 19 de febrero de 2020

Juego limpio, juego sucio

Cuando al final de un combate de boxeo o de cualquier otra disciplina de esas que se dan hasta en el carné de identidad, veo en muchas ocasiones, que estos se abrazan; la primera impresión me resulta chocante y casi absurda, después lo piensas un poquito más y te das cuenta que es su trabajo, que tienen que cascarse, que uno tiene que ganar y por tanto aunque pueda parecer por las formas paradójico, es comprensible que al final del combate tengan esos gestos de respeto y amistad.

La vida es una  continua batalla. Ya desde muy niño comienzan las etapas y metas a superar, pronto aparecen ya juegos que no son más que competiciones para que  gane y se luzca el mejor, después sí, se dice a veces esa frase de que lo importante es participar, pero lo cierto es que las arengas y los sermones de cualquier entrenador suelen ser todo lo contrario: al rival ni agua, hay que ganar cueste lo que cueste.

Muy por encima de esos afanes de ganar, de ser el mejor, el primero, se debería inculcar como mucho más importante el respeto, solidaridad y demás valores fundamentales que deben primar en la vida.  El vecino, el que te cruzas, el compañero, el contrincante, el de aquí o el extranjero, sean mujeres u hombres: son  personas como tú y merecedores, al menos, de un comportamiento justo, digno y afable. Si además se revistiera con cariño, mejor.

Imagen de "Reeditor"
Hay mucha gente que predica bien, pero los ejemplos son fastidiados: las mejores residencias con piscinones y los puestos más importantes (si no les hay se crean)  para mí, mis queridas y queridos, amigos. Los demás... los demás que les atienda el estado o mejor  que se jodan. Y si para conseguir todo eso hay pasar de principios y mentir, saltar la legalidad, traicionar; lo que sea menester se hace. Ya lo decía Groucho Marx: estos son mis principios si no te gustan los cambio. Lo de Groucho era broma pero lo de esta tropa no.

Inevitablemente la vida es competición y muchas veces muy dura pero al final si esa competición se hace con juego limpio no debería ser impedimento para, como los boxeadores, llegar al abrazo final. No es extraño que sea imposible ese "abrazo" o saludo cordial cuando la mentira,  el egoísmo y el juego sucio se apoderan de las personas.


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