He dormido muy bien, con la melodía de la lotería, los adornos navideños, las felicitaciones; en medio de esa vorágine de alegría y fiesta, los sueños tenían que ser buenos.
Y soñé que acababan las guerras, que causan dolor infinito. Guerras que nacen de malas cabezas, del egoísmo y la falta de sensibilidad.
Soñé que había menos hambre en la Tierra y se repartía mejor lo que nuestro planeta nos brinda.
Y soñé que éramos más felices porque necesitábamos mucho menos para ello.
Soñé también que forjábamos nuestra felicidad en base a los valores del espíritu, la paz, el amor, la solidaridad, la amistad...
Y soñé, bueno no sé si lo soñé o lo deseé; que tendríamos competentes y buenos gobernantes, que harían leyes que no irían contra los principios más elementales y el bien común, que gobernarían pensando en lo mejor para todos y no en su beneficio y ambiciones.
Soñé que eran respetadas todas las ideas, todas las personas, dentro de los cauces de la verdad y la buena educación, porque nadie tiene la verdad absoluta.
Y también soñé que se dejaba de enfrentar a las personas porque todos, independientemente de sexo, raza, religión... Antes que nada somos seres humanos.
Soñé que se volvería a inculcar a los niños, la cultura de los grandes principios, la libertad. el esfuerzo, el respeto a sus vidas y a las de los demás.
También soñé que, sin olvidar los muy buenos tiempos del pasado y más ahora en Navidad, se disipaban los malos recuerdos.
Ya casi despierto, no sé si lo soñé o lo pensé: que esta Navidad será mucho mejor para mi familia, amigos, para todos.
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