Baje las manos, nos decían a los
chavalines de 12, 13, 14, años, los directores del colegio donde yo estuve interno.
En la mayoría de los casos sin uno proponérselo estas se iban a proteger la cara cuando se
avecinaba una buena bofetada. Así intentado engañar a nuestras manos protectoras al final acababa la palma "enemiga" castigando nuestro rostro. Esto era algo
muy rutinario y muy normal: por hablar donde no debías, por correr, por llegar
tarde, por una mala nota... La única alternativa que nos quedaba era
acordarnos por lo bajo de su familia y a espabilar para evitar sucesivas.
Dice hoy la prensa que un fiscal
pide un año de cárcel a un padre zaragozano por dar una bofetada a su hija de
16 años. Tenían una discusión en casa porque el progenitor se negaba a pagarle
la reparación de un teléfono móvil. Parece ser que la niña empezó a dar patadas,
portazos, y el padre la propinó el tortazo. El fiscal lo
tipifica como un delito de violencia doméstica y pide un año de cárcel.

Con todos estos tejemanejes que
vemos a diario pretenden que creamos en los jueces, en los fiscales, en la
justicia. Pues no; está claro que la justicia no es igual para todos. Siempre
ha habido fallos pero es que son siempre en el mismo sentido y con las mismas
personas. Nunca he sido partidario de la violencia, ni de la bofetada, menos a niños, por más
que recibiera algunas, aunque no de mis padres; pero de ahí a que se pida un
año de cárcel para este hombre de Zaragoza… ¿Y a este fiscal no le buscan las cosquillas
como al juez Elpidio a ver si está loco?
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