Acababa de estar en una reunión
llena de alegría y paz con toda mi
familia, incluso con los que ya no están acá, ahora veía el cielo muy estrellado, me
sentía confuso, desde mi cama a veces veía las estrellas pero no estaba en mi casa, pero ¡Dónde estoy! Oigo una voz que me dice: tranquilo has tenido
un accidente, no te muevas tienes las piernas rotas. Sí, estaba tendido en medio de la calzada. Mi familia: ¡Dios mío que susto les
voy a dar, ellos no se merecen esto! Me sumo en una inmensa desazón, siento frío
y lo digo, alguien me pone ropa encima. Recuerdo que me han dicho que no me
mueva, pero intento mover solamente los dedos de los pies, noto que los muevo y esto me produce un poco
de serenidad dentro de tanto dolor. Murmullos y ajetreos alrededor, llega la
ambulancia y me sube para el hospital.
Así fue, hace ahora tres
años iba para casa después de salir de trabajar, era de noche, una
llovizna caía del cielo y un coche me llevó por delante al cruzar. De un paso a otro todo había cambiado: de
tener una vida bastante cómoda y normal a despertarme en una UVI destartalado y
casi sin vida, después de una noche de operaciones y arreglos.
Aparatos por todas partes
enchufados a mi cuerpo, quejidos de dolor de compañeros alrededor. Todo es
pesadumbre y malestar. Me dice un "ángel" con rostro de mujer que aunque ha
sido muy gordo he tenido suerte y saldré adelante. Yo le creo, que remedio.
Pensamientos que se amontonan sin orden… Por qué, por qué. Intento ser fuerte y casi lo consigo,
entre transfusiones, pinchazos, y pruebas de todo lo único que me queda es
mucho tiempo para pensar.
Y pienso que en mi vida ha habido
muchas preocupaciones por temas banales mientras he menospreciado otras importantes.
Y pienso la cantidad de cosas que
la vida nos ofrece para intentar ser felices y que no he sabido aprovechar.
Y me doy cuenta que lo importante
no es tener más o menos años, mejor o
peor físico, sino estar en condiciones para poder valerse por uno mismo, para vivir.
Y pienso en la cantidad de errores
que he cometido persiguiendo metas absurdas.
Y me doy cuenta de que tengo "mucha" gente que vive y sufre conmigo.
Y pienso que cada día es un
regalo más que la vida nos da y no, como antes pensaba, uno menos para llegar
al final.
Y hago promesas de cambiar cuando me ponga bien, todo lo que
ahora veo mal.
La enfermera que vuelve a
aparecer, a ver que toca
hacerme ahora, no importa ya he aprendido a llevar el dolor corporal.
Parece que fue ayer, pero tres
años hace ya. Por eso quiero hoy de nuevo dar las gracias a la vida, a Dios por
permitirme continuar aquí. Quiero recordar
todas esas promesas, que la vorágine de la vida me tienta a olvidar, para lograr que se cumplan, o al menos haberlo intentado.
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