viernes, 16 de enero de 2015

Sangra la Tierra

Llegaron  cuatro náufragos a un pequeño islote que se podía recorrer en menos de dos minutos de un extremo a otro. En él solo había algunas pequeñas plantas, unos arbustos entre los que sobresalían una platanera y un cocotero, llenos de frutos. Pues que bien, se dijeron: al menos tenemos comida asegurada para unas cuantas jornadas. Los primeros días acudían a los árboles y tomaban los frutos que sus cuerpos les pedían.  Pero alguno temiendo que se acabaran empezó  a  almacenar y esconder las frutas por su cuenta. En pocos días viendo que los plátanos y cocos menguaban más de prisa de lo deseado, empezaron también  a  almacenar y esconder los otros tres.  Los frutales quedaron arruinados, los náufragos iban comiendo parte de su fruta almacenada, mientras el resto  se iba pudriendo y perdiendo. Pronto llegó el día que se les acabó la comida, cuando si hubieran cogido la necesaria para cada caso podrían haber tenido alimento para mucho tiempo más. Pero tuvieron suerte, no muy lejos de su isla había otras  mayores y fueron vistos y rescatados.

Vivimos en un islote, un islote flotante en medio del infinito universo, llamado Tierra. Una bola inmensamente fecunda y productiva, con una cantidad incontable de plantas, seres vivos, minerales. Continentes, océanos, cordilleras, selvas, ríos, vergeles… Todo lleno de posibilidades y vida para poder disfrutar cual si fuera un inmenso paraíso terrenal. Pero por cuanto,  el ser más inteligente y por tanto el encargado de dirigir todo esto es el hombre y por cuanto además el más egoísta para dilapidar todo el tesoro que se nos ofrece.

Así estamos en que en  muchos casos, por no decir la mayoría, es el hombre el que se dedica a esquilmar, maltratar y estropear el único sitio que tiene para vivir. No se conforma con coger lo que necesita, quiere guardar, atesorar acumular y sobre todo lo hace muchas veces a costa de infringir graves daños al planeta que tan altruistamente le ha acogido, convirtiendo un lugar paradisíaco en un lugar de subsistencia, en muchos casos.

Más petróleo, más gasto, más calefacción, más coches, más armas y máquinas para matar y destruir el entorno, más asfalto, más cemento… como si tener más fuera sinónimo de vivir mejor, cuando no es así.  Lo que sí es cierto es que se necesita un mínimo para pasar de subsistir a vivir. Subsistir es lo que hacen algunos países, algunas personas, porque carecen de lo más elemental, mientras otras naciones y otras gentes se apropian de sus riquezas. Exprimen todo lo que pueden  como si no se dieren cuenta que todo tiene  un límite y que nuestro "islote" que tan bien nos ha recibido puede ir abocado a la muerte si seguimos con nuestro absurdo consumo y atesoramiento de bienes sin importarnos las múltiples heridas que causamos.

Los cuatro náufragos a pesar de su negligencia tuvieron la suerte de que había otras islas pudiendo ser rescatados y salvarse. A pesar de todo el posible progreso espacial, si seguimos destruyendo nuestro hábitat, nuestros descendientes no sé adonde se tendrán que ir a vivir, porque otro planeta así cerca como para mudarse tranquilamente me temo que no van a encontrar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario