jueves, 30 de abril de 2015

La niña de mi cuento

"Había una vez"...  Así empezaban casi  todos los cuentos que de niño me contaban. Y vivieron felices…  Así siempre  terminaban. Todos acababan bien y por ello al  final yo  era más feliz cuanto más desgraciado hubiera sido el protagonista en  el relato. Y es que con cuatro, cinco o seis años  ya tenía noción de lo bueno  y de lo malo, de la felicidad y del dolor,  de la justicia y del agravio.  Entonces la ilusión y la realidad eran lo mismo, ahora son muy  diferentes, marchan con frecuencia en sentido opuesto, pocas veces caminan en paralelo. Seguramente es por esto por lo que ya no me atraen los cuentos. Hoy quisiera contarte uno, me falla la imaginación, apenas puedo inventar. Me temo que en este cuento va a haber mucho de  real.

Había una vez…  los ojos grandes, muy grandes parecían cambiar de color para estar siempre acorde con cada situación. La melena lacia y  larga  recubría toda su espalda y acariciaba su pecho cuando el viento la empujaba, ponle también sus bracitos  y sus piernas, todos ellos muy blanquitos. Yo no sé si tenía cuerpo, algo sí que tendría sino aquellos vestiditos, ¿de dónde se sostenían?

Así es la niña de mi cuento. ¿Te ha costado imaginarla? Si ya tienes su figura, su sonrisa, su palabra; imagínala jugando, imagínala queriendo, imagínala viviendo y también, también a veces imagínala sufriendo. Así pasando los años y pronto aún siendo muy niña, como en aquellos cuentos que en mi infancia me  contaban, a la niña de mi cuento le llegó la mala racha, mejor que no la imagines, o imagínala si quieres, yo prefiero no contarlo, solo te voy a decir, un poquito de pasada, que la niña de mi cuento al pasar por esta etapa tuvo sus grandes problemas y abundancia en las desgracias.

Ahora mi niña ya es grande, como en los cuentos de hadas yo quisiera un buen final, con esas frases que acaban esos cuentos que contaban yo quisiera terminar, más me temo no acertar en lo que para este caso sería su felicidad. Así que está decidido, te doy la oportunidad de poder  participar en el cuento que te cuento para escribir su final. Por favor haz que al final la niña de mi cuento sepa de felicidad. Solo eso, nada más.

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