"Había una vez"... Así empezaban casi todos los cuentos que de niño me contaban. Y
vivieron felices… Así siempre terminaban. Todos acababan bien y por ello al final yo era más feliz cuanto más desgraciado hubiera
sido el protagonista en el relato. Y es
que con cuatro, cinco o seis años ya
tenía noción de lo bueno y de lo malo,
de la felicidad y del dolor, de la
justicia y del agravio. Entonces la
ilusión y la realidad eran lo mismo, ahora son muy diferentes, marchan con frecuencia en sentido
opuesto, pocas veces caminan en paralelo. Seguramente es por esto por lo que ya
no me atraen los cuentos. Hoy quisiera contarte uno, me falla la
imaginación, apenas puedo inventar. Me temo que en este cuento va a haber mucho
de real.
Había una vez… los ojos grandes, muy grandes parecían cambiar
de color para estar siempre acorde con
cada situación. La melena lacia y larga
recubría toda su espalda y acariciaba su pecho cuando el viento la empujaba, ponle también
sus bracitos y sus piernas, todos ellos
muy blanquitos. Yo no sé si tenía cuerpo, algo sí que tendría sino aquellos
vestiditos, ¿de dónde se sostenían?
Así es la niña de mi cuento. ¿Te
ha costado imaginarla? Si ya tienes su figura, su sonrisa, su palabra;
imagínala jugando, imagínala queriendo, imagínala viviendo y también, también a veces imagínala sufriendo. Así
pasando los años y pronto aún siendo muy niña, como en aquellos cuentos que en mi
infancia me contaban, a la niña de mi
cuento le llegó la mala racha, mejor que no la imagines, o imagínala si
quieres, yo prefiero no contarlo, solo te voy a decir, un poquito de pasada, que
la niña de mi cuento al pasar por esta etapa tuvo sus grandes problemas y
abundancia en las desgracias.
Ahora mi niña ya es grande, como
en los cuentos de hadas yo quisiera un
buen final, con esas frases que acaban esos cuentos que contaban yo quisiera
terminar, más me temo no acertar en lo que para este caso sería su felicidad.
Así que está decidido, te doy la oportunidad de poder participar en el cuento que te cuento para
escribir su final. Por favor haz que al final la niña de mi cuento sepa de
felicidad. Solo eso, nada más.
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