viernes, 19 de octubre de 2018

El misterio del Camino de Santiago

Las personas con las que he hablado que habían hecho el Camino de Santiago, unos  por devoción, otros por turismo,  otros como aventura, también los hay que lo hicieron para ligar; todos han apuntado una valoración muy positiva de esa experiencia. En "El misterio del Camino de Santiago" título de un pequeño libro escrito por Fernando Morilla, este nos narra la peripecias y experiencias de dos peregrinos: Ulises y Kemen.

Ulises es un marinero viejo que sobrevivió a un naufragio donde todos sus compañeros perecieron. Promete cuando está a punto de ahogarse en medio de las olas: ¡Si salgo de aquí recorreré todos los caminos misteriosos del mundo!  Permanece hospitalizado más de dos años a consecuencia del naufragio y los  médicos le dicen que no volverá a andar, pero a base de trabajo y sufrimiento logra, en contra de los pronósticos, poder caminar así que emprende el camino muy debilitado y sin ganas de comunicarse con ningún otro peregrino.

Kemen es un joven que también está haciendo el Camino, un día en un albergue se percata que Ulises tiene heridas en los dedos de los pies, le busca aloe vera en los prados y el marinero cuando lo aplica ve calmar  la mayoría de los dolores. A partir de aquí se abren las barreras y los dos caminan juntos.  Juntos admiran la catedral de León, el Valle del Silencio...  Ulises ve en Kemen un joven con toda la fuerza e ilusión de sus años pero los últimos días le nota cansado y como que quiere tropezar.  Kemen   le asegura que está bien. —Es  porque voy mirando los pájaros y los árboles. —le dice intentando disimular, mientras sigue desvelándose por ayudar al marinero en sus achaques.

Llegan a la Plaza del Obradoiro, a la Catedral del Apóstol donde alcanzan su apoteosis de emoción y felicidad, El marinero quiere dar por acabada la aventura pero Keman le advierte que aún les queda el trozo final hasta llegar a Finisterre (fin del mundo).  Alcanzada su última etapa, se van cada uno arduos  a su familia y su terruño

Pasan unos meses, Ulises quiere hacer un nuevo viaje, esta vez al Tíbet y escribe una carta a Kemen para que le acompañe, le contesta con tardanza la novia diciéndole que el joven está muy mal. Ahora comprende esos tropezones y mareos del camino. Lo deja todo y va a verle, le encuentra postrado en la cama sin poder hacer nada si bien a duras penas con la ayuda de un ordenador se puede comunicar.
—Me voy hacía otro Finisterre, siempre tendrás a tu lado un trozo de mí. Querido marinero
—Kemen has sido el amigo más vivo y mejor que he conocido.  —Le contestó Ulíses.
Kemen falleció la semana siguiente de la enfermedad que ya le acompañaba y de la que sabía que no saldría cuando emprendió aquel último viaje.

Cuantas veces nos sentimos desgraciados sobre todo cuando creemos ver  en los demás sonrisas  y motivos para la alegría. Cuantas veces no nos damos cuenta que tenemos más razones para estar contentos incluso que aquellos que parecen alegres.

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