Me contaron que Meterio el de mi
pueblo allá por los años treinta del siglo pasado, en las fiestas
y verbenas de los pueblos que solían ser en plazas o prados rodeados de árboles, con frecuencia se
subía a uno de ellos y lanzaba sus mítines al público asistente. Al tal Meterio todo mundo le tenía por loco,
pero lo cierto es que cuando se encaramaba a la palera y empezaba a hablar, los
tamboriteros de entonces paraban ya que la gente pasaba de la música y el baile
porque para ellos ahora lo prioritario era atender al orador. Según dicen se metía con todo bicho viviente pero con eso
de que estaba pasado nadie tomaba en
cuenta sus insultos. A veces incluso dicen, que hasta decía alguna cosa
razonable, puede que por equivocación.
Lo cierto es que el espectáculo
que ofrecía atraía a la gente mucho, más incluso, que bailar un pasodoble con su pareja.

Los que en aquellos años, perdían de bailar
con su novia/novio por escuchar a
Meterio, puede que no se dieran cuenta
que ese pasodoble con el encanto de ese día y esa hora no lo volverían a bailar; como nosotros no volveremos a tener esas horas
que nos puedan robar esos predicadores de
la vanidad y que muy bien en otras cosas podremos disfrutar y aprovechar.
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