Aquel día Juanito se fijó en el
sol y vio que estaba pegado a la primera colina, sin pensárselo dos veces el
niño corrió y corrió, pero cuando a ella llegó el sol se había escudado en la
siguiente. Se paró a pensar un poco a la vez que reponía fuerzas y sin
pensárselo más corrió hacía aquella loma, pero de nuevo al llegar el astro no estaba ya. Ahora ya no
estaba en el siguiente monte sino colgado del cielo y muy lejos para
alcanzarle, Así que se volvió para el pueblo, triste y desilusionado.
Van pasando los días como si
fueran horas, las horas como si fueran minutos, los años como si fueran días y
como si se tratara de colinas las abordamos intentando encontrar una estrella, una dicha
en su cima, pero como el niño la mayoría de las veces llegamos al final del
camino y no alcanzamos el sueño que se nos marcha en el tiempo. Y seguimos
viviendo, subiendo días, trepando meses, escalando años con la ilusión de
seguir tocando sueños.
Casi todo se puede alcanzar con
tesón y con esfuerzo, nos han dicho más de una vez. Casi todo lo que puede estar a nuestro
alcance, pero cómo saber lo que realmente podemos alcanzar, cómo ver que la ilusión que adivinamos en una
fecha no se nos va escapar a la siguiente atalaya temporal. Si no se tiene alas no se debe intentar
volar. Los sueños, la felicidad no es algo que se pueda encontrar a la vuelta de la
esquina sin más, son necesarios muchos pasos, numerosos tropiezos para llegar a
una gran cima.
El niño desengañado de su
aventura se fue para casa y se olvidó del sol mientras se metía con sus juegos
de cada día y se sentía feliz. Sí, los sueños, como decía el poeta, sueños son,
pero a veces hasta triunfan sobre la realidad si se les da la oportunidad.
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