lunes, 2 de febrero de 2015

Llevarse bien

Después de estar en  la UCI unos días me subieron para una habitación en planta con dos camas, aterricé  en ella sin importarme el enfermo que estaba a mi lado porque yo estaba centrado en mi dolor, me sentía muy desgraciado, me había pillado un coche y estaba para el desguace, así que pensaba  que tenía motivos para estar muy triste.  Alimentar y vivir en esa tristeza era a lo que dedicaba las horas.  Veía que el  que estaba a mi lado también debía estar bastante jodido porque tenía mucha tubería y las enfermeras le visitaban con frecuencia, aunque el sí que hablaba,  sonreía y parecía como contento. Muy mal no debe estar, pensaba yo.  A los dos días cuando ya empecé a salir un poco de mí mismo y poner más atención en lo que había  alrededor descubrí en una conversación de  su familia que Manolo, que  así se llamaba el compañero, era  parapléjico -un desafortunado accidente de bici- y su ingreso se debía a graves síntomas estomacales.

Manolo tenía su problema de estómago,  además se  movía por la vida en su silla de ruedas y era simpático, sonriente y dicharachero,  mientras yo, que presumiblemente aunque tardase me recuperaría casi todo, era el amargado de la habitación. Pensar esto produjo una catarsis en mi mente y me sentí  culpable de avinagrar mi vida y la de los demás.  No me quedaba otra que cambiar de actitud: comencé a dialogar con mi compañero, a reír sus gracias, a intentar hacer las mías. Pronto entre los dos hicimos la habitación un lugar divertido y agradable para las visitas y para nosotros mismos.  Teníamos nuestros trucos para espantar las visitas indeseadas o inoportunas y atraer las que nos interesaban, nos entendíamos y confabulábamos muy bien.  Así pasamos unos días juntos  alegres y contentos, hasta donde podíamos,  dentro de nuestro dolor físico. Acabamos siendo muy buenos amigos.

Esa actitud ante la desdicha, ese cambio de estado de ánimo que gracias a Manolo se había producido en mí, creo que fue decisivo para que mi recuperación fuera más rápida y mejor y sobre todo más llevadera. No cabe duda el saber afrontar las dificultades es fundamental  para poderlas superar con éxito y sufrir menos.  Si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si tiene solución, ¿para qué te preocupas? (proverbio  chino) Ya lo dice el refrán: no es más feliz el que más tiene sino quien menos necesita. No vive mejor quien tiene más facultades, sino quien mejor sabe "aprovecharlas".

Cierto que los males no desaparecen por mucho que intentemos obviarlos. Se estaba cayendo desde un noveno piso ya iba por el cuarto cuando le ve un vecino y le pregunta  — ¿Qué tal? —Por ahora bien,  —respondió el que estaba a punto de estrellarse. No, no es eso, no es cuestión de auto-engañarse  pero sí de ver el lado positivo de las cosas, de sacar lo bueno que nos puede deparar cada ocasión,  de saber que el cuerpo humano es una máquina maravillosa capaz de solucionar casi todo a poco que le ayudemos, con quien tenemos que "llevarnos bien" además de estarle contentos y agradecidos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario