El fútbol
como tantas otras veces había sido el centro de la conversación de aquel café de
media mañana, pero a cuento del Barcelona alguien metió la política por medio. No se estaba de acuerdo con que se use el Camp Nou para manifestaciones
por la independencia. La charla derivo totalmente en el proceso independentista
catalán e iba subiendo de tono. La mayoría en contra de dicho proceso, incluso
denostando a los mismos catalanes, los menos apuntando el derecho al menos a
tener un referéndum. Ya era un diálogo a gritos pero a alguien se le ocurrió: esto era...
Playa de la Costa Brava.
De repente, una gran ola cubre parte de la playa y se lleva mar adentro a un niño que estaba allí jugando con su palita.
Su padre, Josep, desesperado, deja de jugar a la Petanca y corre hacia la orilla, mira al cielo y se dirige directamente a Dios:
"Dios mío... soy yo, Josep, no pots hacerme esto a mí... no pots llevarte al nen... yo siempre he sido un buen catalán, observante, ayuno, cumplo todo lo que dice la religión al pie de la letra, no pots hacerme ésto, Dios... te pido por favor... voy a misa, a Montserrat, colaboro con la comunitat... por favor... devuélveme a mi hijo... tráelo de nuevo junto a mi..."
Su padre, Josep, desesperado, deja de jugar a la Petanca y corre hacia la orilla, mira al cielo y se dirige directamente a Dios:
"Dios mío... soy yo, Josep, no pots hacerme esto a mí... no pots llevarte al nen... yo siempre he sido un buen catalán, observante, ayuno, cumplo todo lo que dice la religión al pie de la letra, no pots hacerme ésto, Dios... te pido por favor... voy a misa, a Montserrat, colaboro con la comunitat... por favor... devuélveme a mi hijo... tráelo de nuevo junto a mi..."
En ese momento, un rayo rompe el cielo, un estruendo silencia a los veraneantes... sin duda es una señal de Dios para Josep... una nueva ola llega desde el mar... y retorna al niño a la orilla...
Josep es testigo del milagro, su amado hijito ha vuelto...
Josep es testigo del milagro, su amado hijito ha vuelto...
Entonces, con lágrimas en los ojos, vuelve a mirar al cielo, respira profundamente y le dice al Supremo:
"Señor.... ¿y la palita?
Las caras
cambiaron radicalmente, los rictus de enfado se convirtieron en risas,
las palabras se tornaron amables. Yo
pensé lo sencillo que podía ser cambiar el rumbo de un encuentro: un chiste, un
tomarse las cosas con calma, intentar no imponer a voces nada. Suele decirse que
no tiene más razón quien habla más alto pero es que además: ¿merece la pena
cabrearse porque se politice el Barça, porque no tengamos gobierno, o
porque haya tanto y tanto sinvergüenza y
cantamañanas? Creo que no. Simplemente hay que tomar nota y llegado el momento
obrar en consecuencia. Alguien dijo que la risa es un remedio infalible. Deberíamos
provocarla más, reírnos más, incluso de nosotros mismos.
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