lunes, 24 de octubre de 2016

Qué pasa con las pensiones

En 1883 se promulga la Ley de accidentes de trabajo, en 1908 se crea el Instituto Nacional de  Previsión que  gestiona una serie sistemas de seguros que van surgiendo: Retiro Obrero 1919, Seguro Obligatorio de  Maternidad 1923, Seguro de Enfermedad 1943, Seguro Obligatorio de Vejez e invalidez (antiguo SOVI) 1947, en 1961 nace la primera Ley Nacional contra el Desempleo. El paso de esos seguros  a uno total se logra con la que se puede llamar la piedra angular del edificio de protección social: la Ley de Bases de la Seguridad Social de 1963, modificada y ampliada en 1972 que fue la que rigió hasta  la llegada de la democracia en 1977 con la  publicación de un libro blanco y  la creación del ministerio de Sanidad y Seguridad Social.

Hay dos  forma de abordar  la financiación de la Seguridad Social: capitalización y reparto. En el primero cada trabajador va aportando sus fondos a una hucha que el estado le va guardando y que le irá reintegrando cuando llegue su retiro u otra contingencia. En el sistema de reparto los trabajadores en cada momento cotizan  para cubrir los gastos y también las pensiones de los mayores, los que vengan detrás contribuirán para pagárselas a estos. Es por lo tanto un modo de solidaridad intergeneracional.

Así pues la implantación de una protección  a nivel estatal para la población viene de hace ya unos cuantos años, no es algo que nos hayan traído como novedad ningún preboste, ni partido, como nos afirman a veces, si bien es  cierto que todos con sus gobiernos han intentado mejorarlo en cada caso.  Esas mejoras, como es lógico, incrementan el gasto y surge el problema de la financiación.  Hasta hace pocos años había tres trabajadoras por cada pensionista, ahora hay dos por jubilado, parece que la tendencia para unos años vista es un trabajador por cada retirado y entonces es cuando con el actual sistema de reparto surge el problema y van apareciendo las más variopintas ocurrencias para intentar solucionarlo.

La Ministra Bañez apuntó el otro día la posibilidad de que en un futuro próximo los trabajadores al jubilarse puedan seguir trabajando y cobrando íntegramente su pensión, cosa que actualmente se puede hacer cobrando la mitad de la paga, algunos, especialmente los de profesiones más llevaderas con los años,  la han aplaudido y otros se la han tirado a la yugular como el Secretario del UGT que ha tachado la iniciativa como una broma de mal gusto.

Si tenemos en cuenta que las pensiones nacieron como una forma de protección y sustento del trabajador para cuando cesara su remuneración por el trabajo,  evidentemente es contradictorio que se pague dicha prestación a quien sigue trabajando. Por otra parte dada la precaria situación de las arcas de la Seguridad Social, conviene incentivar para que haya la mayor cantidad de gente posible dada de alta y cotizando. Claro que esto también puede tener un problema añadido: esos trabajos que harían los que ya están  cobrando su pensión podrían ir en detrimento, no sabemos hasta qué punto,  en el aumento del paro juvenil.

Problemas que los gobiernos tendrán que ir solucionando en cada caso. Lo que no cabe duda es que las pensiones, en la medida de lo posible, se tienen que seguir actualizando y pagando porque es fundamental para el progreso social y porque es de justicia: los que en su tiempo contribuyeron muy duro con su trabajo y prestaciones ahora también tienen todo el derecho a ser beneficiarios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario