jueves, 23 de mayo de 2013

Campanas de Palazuelo


El pasado domingo 19 de mayo con motivo de la novena de la Inmaculada, volteamos las campanas. campanas de Palazuelo, campanas que lanzan al aire sus tañidos, sus cantares, sus gemidos. campanas que comparten risas y penas con los seres que las sienten y las tocan. ¡Son tan sensibles las campanas!

Pero están ya muy viejas, es un peligro sacarlas al aire por más que Paco se esmere de vez en  cuando en darlas un repaso. Los ejes descentrados de tanto dar vueltas, maderas deshilachadas de pasar por ellas la marea de los días. La grande se llama  María, la pequeña José.  Han aguantado lluvias y temporales miles, en la torre. Mucho tiempo ya el que llevan anunciando miserias y grandezas y ahora la gente parece olvidarse de ellas. Hay quien dice  que con el reloj son prescindibles, pero no. No los son.

Campanas María y José
Las campanas no son para anunciar la hora. Las campanas son los altavoces mágicos que elevan a los hombres y sus cosas hacía el cielo, y los unen a todos con sus volteos repiques y toques en un ensamblaje de tristeza esperanzada, de alegría serena, de hermandad manifiesta. Hay cosas que pueden pasar pero las campanas no deben pasar.

Recuerdo cuando por la mañana sus toques el nuevo día anunciaban, incitándome a tirarme de la cama y llenar los pulmones de aire fresco de la mañana que a instancias de Dios parecían regalarme. Seguían tocando durante toda la jornada: a misas, oraciones, rosarios además de los toques extraordinarios: hacendera, concejo, fiesta…

Al oírlas desde el campo una extraña sensación nos invadía y por un momento, aunque solo fuera con el pensamiento, dejábamos de arar, de sembrar, de regar, de trabajar; para unirnos al sentido del recuerdo que su toque nos traía, a la vez que el aire: áspero del otoño, frío del invierno, borrascoso de la primavera o el abrasador del verano, castigaba nuestro cuerpo. Muchos, todos los problemas del pueblo  y de sus gentes pasaban raudos por nuestra imaginación, y todos ellos parecía que las campanas los elevaban al cielo  haciéndonos sentir aliviados y el viento, la lluvia, el sol: ya no nos hacían tanto daño. Y de nuevo a seguir sembrando, segando, tarareando… viviendo.

Es cierto, las campanas María y José, están viejas, apenas se tocan, cada vez menos.  Pero nos han dado mucho y merecen estar ahí y seguir cuidándolas para que en la medida de lo posible sigan con nosotros viviendo, uniéndonos desde el campanario al socaire de sus sonidos  y elevando nuestro espíritu con sus tañidos al cielo.

2 comentarios:

  1. Creo que es esencial para el ser humano y tambien para el alma las referencias, la carga simbólica que tienen las campanas en un pueblo es tremenda, han asisitido a nacimientos, misas... funerales. Y no sólo en el plano religioso, el fuego, el concejo...

    Forman parte de nuestra vida y de nuestros pueblos, no puedo imaginar un pueblo ellas, ya que se perdería la esencia que les vio nacer.

    Un abrazo amigo y gracias por tus post.

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  2. NO sería ningún disparate que nos rasquemos unos euros del bolsillo y encontrar un campanero que haga un buen trabajo en las pobres campanas; para que el día que doblen por nosotros no caigan al cementerio y despachurren a unos cuantos del duelo.

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