Parece que fue ayer

192 muertos

Hoy hace diez años desde aquel terrible atentado que cambio la vida y el destino de este país. 192 muertos, 1991 heridos, toda España y los españoles sobrecogidos ante tanta tragedia.  Ha pasado el tiempo y  muchos de los que vivieron personalmente la catástrofe dicen que lo sienten, les duele, lo sufren como si hubiera ocurrido ayer.  Y es comprensible que así sea ante tanto desgarro y tanta crueldad. 

En la adversidad sale lo más noble y sublime de las personas volcándose en ayudar cuanto pueden, las desgracias  no suelen venir solas.  Aunque parezcan dos pensamientos opuestos, lo cierto es que aparecieron reflejados los dos. Por una parte la gente se lanzó cuanto pudo ayudando  en lo que estuviera en su mano, y por otra también hubo y hay quien pretendió y aún hoy pretende, poner la tragedia a su servicio.

El dolor hace que corazones de piedra se vuelvan humanos, pero en este caso algunos parece que ni siquiera tantísimo llanto haya podido hacer el milagro. A los pocos minutos de la masacre ya había gente intentando arañar votos a consecuencia de esta, así siguió hasta que fueron las elecciones. Hoy,  un decenio  después, según al político que se oiga, según las emisoras que sintonice, según los periódicos que usted lea, le darán una u otra versión.

Pero ¿Qué se necesita entonces para que dirigentes, pseudopolíticos, periodistas de partido  y tertulianos de ideología  se unan para hacernos más fuertes  ante la tragedia? ¿Cómo puede ser que todos los de un bando digan una cosa y los del otro la contraria? Se comprendería que cada uno independientemente de su adoctrinamiento diera su opinión personal en un caso tan triste y desgraciado,  pero no;  por desgracia en esta España está la política por encima de la realidad, del dolor, de la vida. Tendrán la vergüenza entera porque no la gastan nada.

Si con tantos muertos, tanto desgarro puesto sobre esta piel de toro, todavía es más importante el partido, el voto,  que la verdad. ¡Que nos digan que se puede esperar de esta gente!