Hablando con compañeros de anécdotas de carnaval, me acordé
de esta. Verídico
como decía el otro. Dos personas que en nuestro pueblo todos conocemos, aunque
en esta ocasión les cambiaré el nombre.
El día de carnaval en la sala de
fiestas Tropicana entonces había función, los que fueran disfrazados entraban
gratis. Heleodoro se puso su peluca de
rubia, su minifalda, sus zapatos de señora, bien pintado y acicalado y para la
Tropicana se fue. Allí hacía tiempo que
estaba Teodoro, un solterón que
frecuentaba la sala. Ambos se conocen muy
bien.
Heleodoro, más o menos. |
Heleodoro vio a Teodoro sentado y disimuladamente se puso a su lado. Poco a poco iba con sus piernas a
buscar las de Teodoro. Este último, sin
darse cuenta del "atraco", advirtiendo la presunta provocación de la "rubia" entró al trapo y también él fue buscando el roce. Parecía que las cosas
iban sobre ruedas así que el mozo le pasó una incipiente mano por la
pierna. El asunto seguía funcionando. Ahora pequeños roces con la cara mientras
con una mano bordeaba la cintura del disfrazado de rubia a la vez que con la
otra poco a poco iba escalando puestos en la entrepierna.
Las cosas se estaban complicando
cada vez más para Heleodoro ya que la
mano atrevida que subía por su muslo estaba a centímetros de descubrir "el holgazán", pero sobre todo porque andaba a punto de estallar
de risa; así que para salir airoso de
trance no se le ocurrió otra cosa que dar una torta a Teodoro mientras le espetaba: ¡Sinvergüenza ¡ Y se alejaba.
Bueno, el presunto acosador acosado debió estar cerca de darle
algo. Persiguió "su rubia" que iba dando
vueltas por la sala cada vez más de prisa para que no la alcanzara, con el fin de desahogarse con cuatro palabras de las que se dicen a mujeres de vida licenciosa,
hasta que Heleodoro no tuvo más remedio que poner pies en polvorosa antes de
que el otro del timo se percatara.
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