lunes, 3 de marzo de 2014

Anécdotas de carnaval

Hablando  con compañeros de anécdotas de carnaval, me acordé de esta. Verídico como decía el otro. Dos personas que en nuestro pueblo todos conocemos, aunque en esta ocasión les cambiaré el nombre.

El día de carnaval en la sala de fiestas Tropicana entonces había función, los que fueran disfrazados entraban gratis. Heleodoro  se puso su peluca de rubia, su minifalda, sus zapatos de señora, bien pintado y acicalado y para la Tropicana se fue.  Allí hacía tiempo que estaba  Teodoro, un solterón que frecuentaba  la sala. Ambos se conocen muy bien.

Heleodoro, más o menos.
Heleodoro vio a Teodoro  sentado y disimuladamente se puso  a su lado. Poco a poco iba con sus piernas a buscar las de Teodoro.  Este último, sin darse cuenta del "atraco", advirtiendo la presunta provocación de la "rubia" entró al trapo y también  él  fue buscando el roce. Parecía que las cosas iban sobre ruedas así que el mozo le pasó una incipiente mano por la pierna. El asunto seguía funcionando. Ahora pequeños roces con la cara mientras con una mano bordeaba la cintura del disfrazado de rubia a la vez que con la otra poco a poco iba escalando puestos en la entrepierna.

Las cosas se estaban complicando cada vez más para Heleodoro ya que la mano atrevida que subía por su muslo estaba a centímetros de descubrir "el holgazán",  pero sobre todo porque andaba a punto de estallar de risa;  así que para salir airoso de trance no se le ocurrió otra cosa que dar una torta a Teodoro mientras le espetaba: ¡Sinvergüenza ¡  Y se alejaba.

Bueno, el presunto  acosador acosado debió estar cerca de darle algo. Persiguió  "su rubia" que iba dando vueltas por la sala cada vez más de prisa para que no la alcanzara, con el fin de desahogarse con cuatro palabras de las que se dicen a mujeres de vida licenciosa, hasta que Heleodoro no tuvo más remedio que poner pies en polvorosa antes de que el otro del timo se percatara.


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