martes, 27 de mayo de 2014

Farolas de fibra humana, farolas... de hojalata

Un día de primavera especial.  Ha amanecido con truenos y relámpagos con oscuridades y tempestades.  Me parece que puede ser un buen día para corazones turbulentos y mentes  revueltas.

La farola que tantas veces ha ocupado la niña de mis ojos mientras mis ideas vagan por los más diversos recovecos,  sigue desafiante ante la tormenta que la mimbrea de un lado para otro intentando arrancarla, retadora en su empeño de seguir alumbrando las noches de mi pueblo.

Querida farola, eres parte importante de mi vida.
Créeme, querida farola, eres parte importante de mi vida: cuando llego tarde a casa,  tú guías los últimos pasos hacía mi puerta de entrada. Al acostarme en la cama dirijo hacia ti mis postreras miradas asegurándome que durante toda la noche penetrarás con tu luz a través de la ventana. Por la mañana cuando guardas tus destellos, es que ha llegado mi hora, que comienza mi jornada. Hoy quisiera ser como tú,  ser farola, farola de hojalata y así poder penetrar en los resquicios del alma. Tú, farola, lo das todo. Dime: A cambio, ¿Qué recibes? A cambio, a veces pedradas.

Hay personas que en mi vida han sido y son importantes que imagino cual farolas, farolas de cuerpo y alma, farolas que ya no están y que siguen dando luz, farolas que siguen vivas. Farolas de sus familias, de sus amigos, de su casa. Al igual que la farola que está frente a mi ventana, a éstas los vendavales nunca les han faltado,  ni hoy  tampoco les  faltan. Dejad que os balanceen que con ello mejor pasan, mas no consintáis que os arranquen de vuestra meta ilusionada. No os arrancarán, habéis sido duras forjadas. Yo solo quería animaros mientras pasa la borrasca.

Farolas que lo dan todo y a cambio a veces pedradas. Farolas de fibra humana…farolas de hojalata.

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