Fue en el Ferral haciendo la
mili a unas horas para jurar bandera e ir unos días de permiso. Entré en la compañía a por algo en la hora en que casi todos estaban
fuera y vi que habían andado a mi cama, comprobé y efectivamente una sábana faltaba. Ya nos habían dicho que al
día siguiente las tendríamos que entregar y al que le faltara algo podía
quedarse sin permiso. Había oído más de
una vez como había en esos casos que actuar, así que no lo pensé más me fui a
la otra esquina del barracón y quite una para reemplazar la que me había "volado".
Estábamos contentos por acabar con la tabarra
de la instrucción y el descanso que llegaba, ya por la noche todos en la cama y a punto de
tocar silencio se oyó la voz del cabo.
—Compañía el teniente de guardia.
—¡Reclutas, todos en pie! —ordenó el oficial—. Saltamos como muelles y como estatuas todos nos pusimos firmes al lado de nuestro catre.
—Al recluta tal y tal le ha desaparecido una sábana, ha tenido que ser alguien de aquí y quiero que quien haya sido salga inmediatamente antes que yo lo descubra. —siguió diciendo—. Trague saliva unas cuantas veces, no saldré, si salgo ya se lo que me espera además de puede que alguna hostia. Pasaron unos segundos ya no sabía ni donde estaba de tanta excitación. El recluta al que había quitado la sábana se acercó. —Mi teniente mi sábana está marcada en una esquina con mis iniciales —dijo bulbuceando—. Miré como pude con disimulo y efectivamente estaba marcada. Ahora sí que ya no tenía escapatoria, estaba perdido. ¡Qué podía hacer! Muy mal ya de todas formas. Creo que hasta quería salir a "declarar" pero me sentía sin fuerzas para moverme y para hablar. Continuaba el silencio, pareciera que nos fueran a mandar al paredón. Una gran nubada apareció encima del campamento, los relámpagos y truenos se acercaban y eran cada vez más gordos. Todo me parecía como una premonición de que me iba a pasar algo tremendo. Se fue la luz.
—¡Reclutas, todos en pie! —ordenó el oficial—. Saltamos como muelles y como estatuas todos nos pusimos firmes al lado de nuestro catre.
—Al recluta tal y tal le ha desaparecido una sábana, ha tenido que ser alguien de aquí y quiero que quien haya sido salga inmediatamente antes que yo lo descubra. —siguió diciendo—. Trague saliva unas cuantas veces, no saldré, si salgo ya se lo que me espera además de puede que alguna hostia. Pasaron unos segundos ya no sabía ni donde estaba de tanta excitación. El recluta al que había quitado la sábana se acercó. —Mi teniente mi sábana está marcada en una esquina con mis iniciales —dijo bulbuceando—. Miré como pude con disimulo y efectivamente estaba marcada. Ahora sí que ya no tenía escapatoria, estaba perdido. ¡Qué podía hacer! Muy mal ya de todas formas. Creo que hasta quería salir a "declarar" pero me sentía sin fuerzas para moverme y para hablar. Continuaba el silencio, pareciera que nos fueran a mandar al paredón. Una gran nubada apareció encima del campamento, los relámpagos y truenos se acercaban y eran cada vez más gordos. Todo me parecía como una premonición de que me iba a pasar algo tremendo. Se fue la luz.
—Manda silencio y que se acuesten todos. — Oí, como si saliera
de una pesadilla, que decía el teniente al cabo de guardia. Unos pocos
murmullos y en pocos segundos toda la compañía dormía plácidamente esperando el
día de la jura y los siguientes fuera de allí. Hasta yo mismo, porque más que
nervioso estaba totalmente agarrotado, cuando ya se fue la tensión, dormí como un lirón.
Campamento del Ferral. Atentos los 6000 hombres nos decía el coronel |
Juramos bandera y todo fue muy
bien. Yo hasta entonces tenía mucho
miedo a las nubes, me parecían como una lotería, solo que en vez de tocar
premios de dinero podía caerte un rayo. Ahora, las sigo teniendo algo de respeto
pero nada más. Cuando alguien me dice que tiene pánico a relámpagos y truenos,
me acuerdo de aquellos que tanto me favorecieron. No hay que tener miedo, al fin y al cabo sí, es una lotería, una más, de tantas que para
bien o para mal, cada día la vida nos
pone en nuestro caminar.
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