Todos los años por
estas fechas me acuerdo de que tal día como hoy un coche me atropello cuando
cruzaba por un paso de cebra camino de casa. Estuve tan cerca de traspasar la
barrera de esta vida, que es como si mis días y mis años comenzaran de nuevo a
partir de entonces, como si se tratara
de una prórroga o regalo. En realidad toda la vida es un regalo, desde que se nace hasta que se muere y
deberíamos de saberlo y sentirlo así sin
necesidad de que un acontecimiento especial nos lo recuerde.

Hoy, mientras escribo
todo esto, esa persona no pasa de ser una anécdota en mi vida aparcada en el
lugar de la indiferencia y el olvido. No, no es que le guarde ningún rencor ni le
desee nada malo, todo lo contrario, porque
además me da un poco pena pensar en su
vida, en sus actos; si sus comportamientos tienen el cariz de lo que
hizo conmigo, no creo que sea para sentirse muy orgulloso. Alguna vez pensé que
le daba corte verme cara a cara, pero
hombre al menos digo yo que una llamada, para interesarse, que menos. Hoy,
cuatro años después no tengo el más mínimo interés en conocerle, que le vaya
bien pero yo paso, prefiero no saber nada.
No se trata de reproches, es la simple realidad. Pero me he
puesto un poco serio y triste por recordar todo eso y hoy quiero que sea un día
alegre, muy alegre, por este cuarto año. Quiero seguir dando gracias a la vida,
a Dios, a todos los que me quieren, a los que me aguantan. Quiero que nunca se
me olvide todo lo que prometí hacer mientras clavaba mi mirada todas aquellas largas horas en los techos de
la UVI y que dejé reflejado en mi comentario por estas fechas del año pasado.
Quiero en fin, mientras se me dé la oportunidad: Seguir haciendo, seguir "viviendo".
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