miércoles, 11 de octubre de 2017

Una maldición para el campo

Venía decidido a escribir sobre Puigdemont y sus compinches independentistas pero se me han cruzado los cables. ¿Merece la pena seguir dando vueltas con las locuras, dislates, mentiras y despropósitos de esa tropa? Creo que no. Siempre es recomendable luchar para que la verdad y la justicia salgan a flote pero hay casos como este que son tan evidentes tan palpables, que intentar en demasiado demostrarlo puede ser contraproducente y sobre todo puede dar pábulo para que los iluminados de turno se sientan importantes y con fuerza para seguir con sus chaladuras.

Páginas  y más páginas de todos para los desvaríos independentistas y mientras apenas nadie se ocupa del gran problema que tenemos en toda España: el agua, no llueve. Llevamos días, meses de sequía como no se había conocido nunca.  Por si fuera poco también vinieron las heladas como  nunca, para acabar de fastidiarlo todo. La cosecha pasada no es que haya sido mala es que ha sido paupérrima. Los agricultores hacen cábalas para intentar poder seguir adelante con sus explotaciones,  mientras desolados siguen mirando a un cielo que más se parece a un infierno, cual si fuera alguna maldición o plaga. 

Riegos cortados a rajatabla, poblaciones con peligro de abastecimiento, pantanos bajo mínimos y vacíos. Todo reflejado en los medios poco más de como si de una simple anécdota se tratara. Pero, oiga, que del campo sale lo más  importante: los alimentos. El campo es quien nos da de comer. ¿No deberíamos dedicarle mucho más tiempo e importancia, en lugar de hacerlo a quienes no nos van a aportar nada, como no sean problemas?
cosechas paupérrimas

El labrador sabe mejor que nadie que nada es seguro hasta que no tiene en casa la cosecha, que todos los años se la juega con las fuerzas de la naturaleza. Seguramente por esto entiende tanto de resignación y aguante. Aquellas  viejas Hermandades de Labradores y Ganaderos surgidas  en los años cuarenta fueron lo primero y más parecido a un sindicato, mientras los obreros  les aventajaban en esto de sindicarse más de 100 años, seguramente por esa implícita resignación que se deriva de su trabajo. 

Hoy hay grandes sindicatos agrarios de verdad para defender los intereses del campo, ello no obsta para reconocer que el campo es menos dado a reivindicaciones, peleas y batallas para que se respeten sus derechos y se aplaquen sus males. Ahora más que nunca, ellos tienen todo el derecho a protestar y pedir y no tanto independentista, vividor y oportunista. Ya no es la pareja de vacas, el carro el arado, está todo mecanizado; pero el trigo, el aceite, los garbanzos ... como el campo y la naturaleza se pongan en contra, poco se puede hacer,  por mucho tractor y cosechadora que tengamos a mano.
Por todo ello, humildemente quiero reconocer, mi admiración a los encargados de llenar las panzas y solamente, aunque las estadísticas digan que en el producto interior  bruto poco cuentan, decir que  cuentan mucho, todo;  para la vida y la supervivencia. 

Me bombardéan noticias de que el Consejo Extraordinario de Ministros de hoy en relación a lo de Cataluña ha parido un ratón, o sea nada. ¡Cuanta mentira y cuanta farsa! ¡Cuanto cuento y cuanta mangancia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario