Pululan por todas partes, abundan como las setas en los otoños
lluviosos. Los hay de todos los tipos y clases. En el habitáculo más ínfimo y en el despacho más opulento, en la categoría más baja y en la jefatura más alta te los puedes encontrar, se adosan con facilidad. A veces son tan genuinos o puede que tan cortos, que ni ellos mismos se dan cuenta que pertenecen a esa plaga tan extendida: los pelotas.
Hay pelotas más o menos comprensibles y justificables. Son aquellos que con una situación difícil, un puesto de trabajo inestable, una familia que sacar adelante; usan del peloteo para su estabilidad en el
trabajo,
aunque cierto que cuando en muchos casos cambian las cosas y ya no es tan "necesario" bastantes de estos siguen en su afición inmutable.
Pero el pelotas que a mí y creo que a todos, más nos mosquea es el pelotas trepa. Sabe este espécimen muy bien donde tiene que hacer la reverencia, donde tiene que tocar la tecla. Si es jefe con frecuencia es además prepotente y facha con sus subordinados. Si es de la clase de tropa puede ser hasta amable con sus compañeros aunque delante de los jefes se olvide de ellos a no ser para fastidiarles. Estos pelotas botan y botan por un peldaño más, por un "honor" más. Tampoco les importa
demasiado subir ese peldaño pisando en sus compañeros. Con frecuencia esta clase de pelotas es confabulador, mentiroso, aunque no se dé
cuenta o no se la quiera dar.
Dicen en mi pueblo que no habría ladrones si no hubiera alcahuetes. Tampoco se propagaría tanto el peloterismo si no hubiera tantas personas que lo admitieran, otros que lo aprueban y otros que lo quieren, lo necesitan.
Personas que lo admiten, casi sin darse cuenta, porque está en todas partes como intrínseco a la condición humana. Jefecillos que lo aprueban porque les conviene, porque se benefician de ello o piensan que se benefician. Gerifaltes que lo necesitan porque ellos mismos son superpelotas y necesitan ser "compensados" de sus reverencias.
Claro que las cosas cambian, si al pelotas el
jefe le sabe responder.
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