lunes, 5 de noviembre de 2012

NEGRILLO AMIGO

                                                       

Me he quedado mirando para ti fijamente y me he dado cuenta de tu desgracia.  Aquí, desde mi atalaya eras el árbol que primero aparecías más allá de mi ventana. Hoy cuando mi imaginación caminaba por los más inverosímiles sitios y mi vista parecía estar abstraída en el infinito, sin apenas distinguir el panorama; has invadido mi pupila  y te he notado triste y yo también me he puesto triste.

Hoy no es tu vida la que me invade, tu belleza la que me cautiva, ni tu valentía la que me asombra. Hoy me he dado cuenta que  ya nunca te llegará la primavera. Los vientos huracanados, las tormentas, los rayos más estruendosos,  los pájaros  que te picoteaban, las vacas que te escornejeaban; no habían podido contigo, amigo negrillo.

¿Qué fue entonces, arbolito querido, lo que ha hecho que tu copa esté triste, tus ramas secas, tu tallo encorchado, tu cuerpo desnudo? Sí ya lo supongo, hemos sido nosotros  los civilizados, los adelantados. Nosotros y nuestros "progresos",  nuestros tendidos eléctricos, nuestros humos y poluciones, nuestros sulfatos y contaminaciones. Eso, estoy seguro, ha sido lo ha que enfermado tus tallos y ha envenenado tu sabia. Y tú te has ido muriendo  así de pie, como dijo Calderón. De pie, seguro, que todo duele más todavía, porque ya ningún verde te protege.

Pero dime negrillo amigo: si estás ya muerto,  ¿por qué te obstinas en seguir de pie? Es que me haces  daño al mirarte. Prefiero mil veces, porque te quiero,  verte tendido  o hecho rueldos  para calentar un hogar que verte así y que te vaya carcomiendo todo sin remedio. Te prefiero enterrado y podrido por  el  lodo, que arañado por el viento y mordido por insectos. No quiero verte así en lo alto y muerto.  ¿Sabes que voy a hacer? Mañana, si Dios quiere, pediré permiso a tu dueño, te partiré en mil pedazos y te meteré bajo el suelo, ahí mismo, justo al lado de ese brote pequeño, que seguro es hijo tuyo y  a partido de tu cuerpo. Quiero que sirvas de abono para ese negrillo nuevo. Que tu vida sea su vida y acaricie pronto el cielo y vuelva a plantar batalla a las tormentas y  vientos y vuelva a sentirse firme al más terrible ajetreo.  

Y aquí frente a mi ventana, cuando mi mente abstraída en a saber qué proyectos, o quien sabe qué recuerdos; aparezca su semblanza, su verdor, su valentía, porque así me infundirá, como tú lo hiciste antes: valor ánimo, alegría.
                                                                                                                                               C del Río
                                                                        

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