Viento áspero y frío que llegas desafiante
anunciándonos que el buen tiempo se ha acabado. Vienes avasallando todo lo que
pillas por delante, todos te respetan; animales y humanos a tu paso se
resguardan en sus ropas y sus abrigadas para que no les hagas daño. Solo los
árboles que no pueden moverse, aguantan y sufren tus malas pasadas. Yo hoy al oírte
bufar también me he resguardado, pero no puedo evitarte, me sigues bamboleando.
Cada una de tus pasadas, de silbidos y borrascas en las calles y plazas,
resuenan en mi ventana y penetran en mí ser, como si cada oleada quisiera
llevarse la suave y fina capa que recubre mis sentimientos. A veces estos, hasta
parecen quedar al descubierto y no conforme con ello sigues en tu empeño de
arañarlos sin piedad, haciendo daño, mucho daño.
¿Por qué ahora eres así, viento de otoño? Hace
apenas unos meses, ¡que diferente venías! Anunciabas la primavera y tus silbidos
me invadían de vida y alegría. Cuando entonces te oí llegar fui tu encuentro y
me emborraché contigo de ilusión y deseo y yo te decía: vamos viento, ¡más
fuerte! Que tus fuerzas, aumentan mis fuerzas, que tu vida aumenta mi vida y me
acariciabas la cara con un olor a margarita y aliaga. Mi corazón se inflaba y
mis sentimientos se sentían alegres al compás de tus movimientos, por unos
momentos me pensé que la felicidad debía ser algo parecido a eso y casi me
sentía el dueño del universo
Pues ya ves hoy que diferente es todo: atosigas
mi corazón y roes mis sentimientos. Oprimes mi vida y casi me tiras por los
suelos. Hoy viento huracanado te pido que te aplaques, si es posible que te
vayas. Hoy en fin te pido calma. No azotes más a mis calles, deja en paz a mi
ventana. Pero veo que no haces caso y te he de plantar batalla. Se me ocurre
una propuesta, tal vez quieras aceptarla: puedes, venir en otoño, viento a
hacer tus pasadas, pero recuérdalo bien, al llegar la primavera quiero tu mayor
borrasca, para salir a tu encuentro y emborracharme hasta el alma.
C. del Río
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