viernes, 9 de noviembre de 2012

Viento de otoño.


Viento áspero y frío que llegas desafiante anunciándonos que el buen tiempo se ha acabado. Vienes avasallando todo lo que pillas por delante,  todos te respetan; animales y humanos a tu paso se resguardan en sus ropas y sus abrigadas para que no les hagas daño. Solo los árboles que no pueden moverse, aguantan y sufren tus malas pasadas. Yo hoy al oírte bufar también me he resguardado, pero no puedo evitarte, me sigues bamboleando. Cada una de tus pasadas, de silbidos y borrascas en las calles y plazas, resuenan en mi ventana y penetran en mí ser, como si cada oleada quisiera llevarse la suave y fina capa que recubre mis sentimientos. A veces estos, hasta parecen quedar al descubierto y no conforme con ello sigues en tu empeño de arañarlos sin piedad, haciendo daño, mucho daño.

¿Por qué ahora eres así, viento de otoño? Hace apenas unos meses, ¡que diferente venías! Anunciabas la primavera y tus silbidos me invadían de vida y alegría. Cuando entonces te oí llegar fui tu encuentro y me emborraché contigo de ilusión y deseo y yo te decía: vamos viento, ¡más fuerte! Que tus fuerzas, aumentan mis fuerzas, que tu vida aumenta mi vida y me acariciabas la cara con un olor a margarita y aliaga. Mi corazón se inflaba y mis sentimientos se sentían alegres al compás de tus movimientos, por unos momentos me pensé que la felicidad debía ser algo parecido a eso y casi me sentía el dueño del universo

Pues ya ves hoy que diferente es todo: atosigas mi corazón y roes mis sentimientos. Oprimes mi vida y casi me tiras por los suelos. Hoy viento huracanado te pido que te aplaques, si es posible que te vayas. Hoy en fin te pido calma. No azotes más a mis calles, deja en paz a mi ventana. Pero veo que no haces caso y te he de plantar batalla. Se me ocurre una propuesta, tal vez quieras aceptarla: puedes, venir en otoño, viento a hacer tus pasadas, pero recuérdalo bien, al llegar la primavera quiero tu mayor borrasca, para salir a tu encuentro y emborracharme hasta el alma.
                                                                                           C. del Río                                                           
                                   
                                          

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