Me he quedado quieto mientras los
rayos de este sol del membrillo, invaden mi cuerpo. A la vista un nogal que
aunque este año no tenga nueces, me hace
recordar que estamos en el tiempo de su cosecha, saboreo la puesta del sol en
la lejanía del campo con estos aires otoñales,
mientras cabalgo con mis recuerdos la colina que lleva a Villimer. Allí teníamos nogales y mi
padre por esta época me llevaba desde chavalillo a atropar las nueces mientras
el subido al árbol “apaleaba” para que estas del árbol se desprendieran. Yo aunque ya lo intentara
disimular, sufría cada vez que le
veía engarabitado en las ramas por miedo
a que se cayera. Villimer es, mejor dicho era, porque ahora a penas lo
visito, mi segundo pueblo, de allí era mi madre, los abuelos, allí pasábamos muchas horas la familia trabajando alguna tierra que habíamos heredado, Allí
vivían mis tíos, algunos muy especiales como, Rafaela y Mariano.
Pueblo de la ribera del Porma, de regadío. Me abrumaba la cantidad de
agua que había por todas partes: presas grandes y pequeñas, regueros por
doquier, donde las ranas, los peces,
cangrejos, las truchas y muchos bichos más como las culebras aparecían a la
vista con facilidad. El Corpus su gran fiesta, calle Nueva engalanada, decenas de pobres a la comida que allí les daban. Me fascinaba su iglesia con sus campanas y torre de
pizarra, su caño, de fama en toda la comarca, con dos chorros de agua saludable, la casa y huerta de los señoritos, muy
grandes. Al fondo el río Porma por un
inmenso plantío flanqueado.
Palazuelo, mi pueblo, es el secano,
la sobriedad, la mesura. Villimer era todo lo contrario. En Palazuelo lo
predominante eran los cereales de campos sin agua; en Villimer la leche, las
vacas ya eran su principal ocupación.
Hasta las gentes de entonces me parecían diferentes: las mi pueblo serenas y serias, las de allí más alegres y dicharacheras. Gentes muy sui generis como Varisto el perrero que
tenía con él siempre más de media docena de perros, la Muda era una anciana que
vivía a la entrada; escuálida, quijotesca, de niño me daba miedo porque movía
sin fin la cabeza y me parecía que me estaba amenazando. D. Fabio, era el cura; muy singular, con un tono como afeminado, siempre me pareció un poco rezongón.
A Villimer en primavera y otoño
íbamos con frecuencia a trabajar, a traer la hierba, y los frutos que allí se
daban. Siempre era una aventura ir con el
carro de vacas para volver cargado
teniendo que subir toda la cuesta con el último tramo, el más empinado y
difícil. Por eso hasta que no se subía
el final no nos sentíamos seguros ni nos separábamos de la yunta que mi padre
conducía. También 4 días al año
acudíamos a las famosas “cenderas” para
limpiar regueros y acequias, vino y pan con escabeche o chuletas, al final de la faena,
donde algunos de mi pueblo tenían bien ganada mala fama de comerse de estas últimas, hasta más de una docena.
Villimer de salaos y parientes,
como allí nos llamaban, ahí sigue. Se “fueron” los tíos, queda algún
amigo. Siempre ha sido y seguirá siendo en mis recuerdos un pueblo muy
especial. Solo puedo estar agradecido a todo él en general. Hablaría más, pero
no me atrevo, porque mis amigos Tasio, Mari Carmen, su marido Eugenio, que son
de allí; lo hacen mucho mejor.
Puedes seguir escribiendo, pues lo haces muy bien. Gracias por acordarte de nosotros y mencionarnos. Sólo cambiar el nombre de Eustaquio por Eugenio y habrá quedado perfecto. Un saludo. Eugenio y Mari Carmen
ResponderEliminarA mandar.
ResponderEliminarSaludos y suerte amigos.
Te dirán, Ceferino, que son recuerdos. Como si los recuerdos fueran fantasías inexistentes. ¿Y el presente qué es?. Porque cuando comenzó a escribirse este comentario ya es pasado. Estamos viviendo en el futuro de aquello; así que aquello también sigue existiendo.
ResponderEliminarLas partidas de tute de los tíos Zacarías, Quintín, Jonás y compañía eran dignas de ver y oír. Eran un espectáculo único. Y ..... desde otro lado en que ya estoy las veo, oigo, siento. Todo está sobre un soporte que se llama tiempo. Y cuando ya sales del tiempo estás en ese otro lugar en que todo es.
El Corpus, los luches, el tío Paulino arreglándo los brazos rotos del luchador, las noches en vela regando los tréboles y los fréjoles ..... Sigue tu con mas vivencias, no te pares.