jueves, 31 de octubre de 2013

¡Que solos se quedan los vivos!

Cementerio adosado a la iglesia -Palazuelo-
Fiesta de Todos los Santos, de Todos los Muertos,  de los que hasta ayer  vivían con nosotros, trabajaban con nosotros, se alegraban con nosotros,  sufrían con nosotros. Las casas, las calles y sobre todo los cementerios y sus cercanías,  se llenan de flores y lágrimas, pena  y dolor, melancolía y resignación; impregnando un olor y un sentimiento muy especial en el ambiente  de este día. 

Ya que mis ojos, al menos de momento, se niegan a dejar escapar lágrimas, quiero llorar desde mi alma. No es mucho pedir para este día si después viene todo un año para intentar, día a día, uno hacerse el valiente. Un día para la verdad, la dura realidad de unos padres, hermanos, tíos, primos abuelos, amigos... tantos seres queridos que rodearon y llenaron nuestras  vidas y que hoy, precisamente al visitar el cementerio, nos duele la impotencia de tener sus sepulturas tan cerca y su vida y su palabra tan lejos. Muchos hemos intentado hablar con ellos en silencio, pero no nos han contestado y llegan las preguntas: ¿Me oirá de alguna manera? ¿Estará bien? ¿Qué pensará de mí? Y la única respuesta, la de siempre: inevitablemente dentro de unos años, tú también estarás aquí. Que no es su respuesta, es nuestra conclusión. Silencio y más silencio solo roto por cuchicheos de gente que  viene a poner flores y oraciones a media  voz.

Una abuela está contenta, parece decir resignada a su marido: ya me queda poco pronto estaré contigo. Esa chica hace apenas un año que se mató su esposo y sigue con la misma pregunta: ¿Por qué te has ido, amor mío? Ese hombre de mediana edad, parece estar hablando tranquilo, debe contar a su esposa lo grandes que son ya sus hijos, aunque la perdieran siendo aún muy niños. El cura  serio circunspecto, se  ha puesto a cantar una canción de los entierros. Estás haciendo mal, pienso para mis adentros. No  es el drama del adiós lo que nos invade, es la melancolía de algo tan cierto como es el tiempo, como es la muerte, como es el cementerio. Y es que son tantos los cementerios, son tantos los muertos, que parece que somos los vivos los que estamos perdidos, los que somos inciertos. Y este sol brillante que ahora está cayendo, se nos marchará, el día se irá, y así un día más, otro año más para restar de vida, para sumar pasado, para llegar a ellos, a los muertos vivos, que eso es lo que pienso o quiero pensar, que si no me muero.

¡Hay queridos vivos, que duro es lo vuestro! ¡Hay queridos muertos que paz os sospecho! Perdonad padres, hermanos, parientes amigos; perdonad todos, si en nuestro silencio, el sollozo nuestro echasteis de menos, sí que hemos llorado y mucho por dentro, sí que os echamos mucho de menos. Vosotros sabéis lo duro que a veces nos resulta esto; vivir sin vivir y muriendo por dentro, muriendo y viviendo, que ya no sabemos, donde está la vida, donde está lo cierto. Si la vida es vuestra, lo nuestro es incierto. Si la vida es nuestra, ¿lo vuestro qué es?  ¿Solo silencio? 

Silencio de noche que acaba venciendo también este día de Todos los Muertos. Silencio de tumbas, paz de cementerios. Contra este silencio hoy me revelo, quiero que el viento lleve mi eco e irrumpa con fuerza en vuestro silencio. Quiero que las lágrimas que se sujetaron en el cementerio y ahora van cayendo sirvan de envoltura a tantos recuerdos, recuerdos que viven siempre muy intensos, recuerdos que incluso, se  tornen alegres, porque si algo hay cierto es que tanto o más que antes, siempre os queremos.
                                                                                                                                        

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