Hace muchos años había trenes muy
lentos, tan lentos que cuentan que la
gente a veces se bajaba en marcha de ellos para coger uvas y les daba
tiempo a volverse a subir aunque fuera en un vagón posterior.
El tren del 2013 de nuestras
vidas acabó su trayectoria real y entró en el vértigo del túnel del recuerdo a
la vez que nos enviaba al 2014 directamente sin tregua alguna, sin dejarnos
siquiera pasar por el andén. Encaramados en él recorreremos valles y montañas, cruzaremos ríos y collados, disfrutaremos de paisajes hermosos y coloridos y también de panoramas tristes y amargos. Desde que nacemos la vida nos sube en el tren del tiempo y ya, como si de una cárcel se tratara, nunca nos podremos escapar hasta el apeadero final.
Cuantas veces, en esos momentos
en que la vida nos brinda retazos de felicidad nos gustaría que el tiempo se
detuviera o al menos fuera más lento. Y en los días difíciles cuando el dolor
campa en nuestro ser desearíamos que fuera más de prisa. Pero es así tozudo e
insobornable: nunca más lento, nunca más rápido, nunca se para. Nunca nos dará
un respiro.
Nos hemos deseado un buen 2014 y
le afrontamos con la esperanza de que
las cosas vayan bien. Dice un viejo
refrán: año nuevo vida nueva. Casi todos
quisiéramos, al menos en algunos aspectos, un cambio radical. No será así, ya sabemos que tampoco es que
tengamos tanto margen de maniobra para
cambiar, pero no por ello vamos a renunciar a la ilusión, a todo lo mejor, incluso a la suerte. Claro que se dice que para ello, nos tendremos que implicar con ese tiempo tirano y cada segundo tratar de emplearle para lo mejor en cada ocasión. Será bueno que cuando
veamos que se acerca el tren de 2015, abandonar el 2014 sabiendo que a su
dictadura hemos plantado batalla y por ello; hemos sacado partido.
P.D. Mi querido primo Walfrido llegó el 24 de diciembre en el tren 2013 al apeadero final. Trabajador y honrado a carta cabal. Siempre alegre y cordial. Buena gente. Le echaremos mucho de menos en Palazuelo.
Desde aquí un abrazo entrañable. D. E. P.
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