viernes, 10 de enero de 2014

Raca-raca

Estábamos subidos en el andamio, Lucio el albañil y yo arreglando la fachada de la casa de mis padres. Pasaba con frecuencia gente por la calle que nos saludaba o decía cuatro palabras y continuaba su marcha, pero una mujer cada vez que aparecía se liaba a hablar de todos los chismes de la zona que según ella Lucio debía conocer por trabajar por aquellos pueblos con frecuencia. Este no es que la hiciera mucho caso pero, puede que por educación,  la seguía el rollo. El segundo día que estábamos  en el andamio cuando vimos que la mujer se iba acercando, el albañil con cara de susto me miró y me dijo: "desimula" tú "desimula" como que no la oyes.

Llegó la señora a nuestra altura nos dio los días a lo que contestamos cortésmente y comenzaba a raca-raca; Lucio entonces, a voces empezó a pedirme materiales y hacer como que no la oía y  a continuación se puso a cantar el Carro  de Manolo Escobar. La mujer, por supuesto, desapareció. Volvió a intentarlo otra vez más con el mismo resultado y ya no fue necesario seguir disimulando porque cuando pasaba saludaba, pero no se detenía.
—Vaya Lucio, que bien se te da Manolo Escobar. —Le dije.
— ¡Venga ya! Si no es así no nos la quitamos de encima.

Ni p. caso.
Pones la radio, la televisión, los informativos, las tertulias; en todos los sitios el mismo raca-raca: que si los etarras se reúnen, que si dijeron o no dijeron, que Mas sigue con su delirio independentista, que manda cartas a dirigentes políticos… ¡Pero es que no hay temas más interesantes de que hablar y no de las memeces de esta gente! ¡Venga, por favor! Además  es que encima de no ser noticias dignas de dedicar ni un minuto,  a toda esta gentuza con tantas horas dedicadas a sus delirios y excentricidades lo que se les está dando es cancha y pábulo para que se pongan como pavos reales.  

Por eso hoy me acordé de lo que nos sucedió con la mujer, al albañil y a mí y pienso que la medicina de la indiferencia que tan bien nos vino a nosotros, también sería ideal para toda esta gente de mal vivir, que probablemente al ver que pasábamos de ellos se dedicarían menos a esta parafernalia absurda que ahora tienen y más a otras cosas más normales y provechosas, con lo que saldríamos ganando. 


En el restaurante "La Escula" de Manolo no se aprende a escribir ni a leer pero si a bien comer. 
En la calle Pendón de Baeza.
Los mejores capones  y gallos de corral en la mesa.

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